Capítulo 29

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Era de madrugada, así que la calle estaba en silencio. El aceite de las farolas, que se encendían y apagaban manualmente, se había agotado casi por completo así que Arok se paró frente a la puerta de la casa que había visitado dos veces ya, y golpeó la manija de latón casi a oscuras con toda la fuerza que tenía en la mano derecha. Sin embargo, aunque fue de una forma moderada para no despertar a los vecinos, como era tan temprano sonó muy similar a una bala de cañón contra un árbol.

Pero ni siquiera con eso logró escuchar a nadie.

Caminó un paso para atrás, miró hacia arriba y notó que había una tenue luz brillando a través de la ventana. Llamó de nuevo, luego lo hizo con muchísima más desesperación que antes, y de todos modos todo fue inútil. Por pura frustración agarró el pomo de la puerta, lo giró y lo movió hasta que la cerradura se abrió con un chirrido que le hizo apretar los dientes y entonces, la madera se deslizó poco a poco hasta que pudo meter las piernas. La calle era fea, no parecía lo suficientemente tranquila como para dejar abierto pero igual Arok agradeció a Dios en su mente, entró, cerró con cuidado la entrada y llamó para buscarlo:

"¿Bendyke?" Se aclaró la garganta: "¿Bendyke? ¿Estás aquí?"

La sala de estar tenía un ambiente lugubre. Había una extraña falta de vida por todos lados y una oscuridad que le hizo pensar que era muy posible que su ama de llaves se hubiese ido de vacaciones.

"¿Bendyke?"

Entonces subió las escaleras...

El piso estaba tan pobremente iluminado como el interior de un abismo y las puertas que daban al pasillo parecían mostrar apenas un poquito de luz saliendo por debajo de las rendijas. Repitió "¿Bendyke?" Y luego, frente a la manija de la recámara principal y estando a punto de tocarla...

Escuchó un jadeo.

"¡Ummm!"

Sintió que alguien estaba caminando y dando vueltas en el otro lado y finalmente, escuchó una pequeña voz que provocó que se mordiera los labios hasta sentir que había hecho crujir su carne.

(Estaba tan emocionado por su regalo que vine hasta su casa sin avisarle.)

E incluso tuvo un momento en el que se arrepintió tanto que estuvo a punto de volver.

Pero los gemidos que se escuchaban desde el interior de la puerta continuaron, hubo una voz baja y ronca, una respiración húmeda y después de unos segundos de poner toda su atención en la escena, con la oreja casi pegada en la pared, descubrió que el dueño de esos lamentos era nada más y nada menos que el mismísimo Klopp Bendyke en persona. Además, estaba hablando o quejándose como si le pasara algo. Pensó:

¿Aún está enfermo?
¿Está neurótico?

Y se sintió tan preocupado por él que, tal vez sin pensar, abrió un poco la puerta y trató de deslizar los dedos.

"Ugh..."

Pero dentro se podía sentir la penetrante feromona de un alfa en celo. Algo tan oscuro y tan malditamente intenso que, a pesar de ser un Alfa también, Arok sintió que se asfixiaba y no tardó mucho tiempo antes de cubrirse la nariz con las dos manos.

"Ese loco..."

"No llores. Por favor, no llores. Está todo bien. No pasó nada. Estoy aquí contigo ¿Me puedes ver?"

"¿Bendyke?"

Klopp estaba murmurando sílabas ininteligibles con una voz tan pequeña y quebrada, que definitivamente no podía saber a quién llamaba o por qué lo estaba diciendo. Pero muy probablemente eso significaba que no estaba pasando su celo solo y, por consiguiente, que Arok en definitiva no debió llegar hasta allí como si esperara un final de película de amor. Y es que si Bendyke era un Dios ante sus ojos, si lo consideraba un hombre físicamente impecable, incluso aunque su personalidad era la de un monstruo, y si entendía perfecto que era alto, inteligente y más que nada, un Alfa, no sabía por qué no le había pasado por la cabeza que tuviera una pareja y a la vez, intentara tener una aventura con él. Y aunque no eran nada, no habían hablado sobre sus sentimientos o confesado absolutamente alguna cosa en todo este tiempo en que estuvieron juntos, le llegó una sensación de traición tan irrazonable que Arok tuvo que respirar profundo para evitar desmayarse fuera de la recámara. Fue similar a que alguien se sentara sobre sus costillas. Dijo "Carajo", y pensó que enojarse era estúpido porque entre los dos solo había una relación de trabajo.

En el jardín de rosas (Traducción Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora