ERRORES

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Mi primer error fue la botella de vino. Mi segundo error fueron los chupitos de tequila. Pero, en esos momentos, lo único que me preocupaba era mi insoportable jaqueca. La luz que entraba a raudales a través de la ventana hacía que los ojos me lagrimearan, pero, cuando los cerraba, la habitación se ponía a girar de forma tan vertiginosa que tenía que fijar la mirada en un lugar del techo y mantener la cabeza inmóvil. Gemí. ¡Dios!

¿Aún estaba borracha?

Sin mover la cabeza, traté de echar un vistazo alrededor de la habitación, la cual me resultaba familiar. ¡Hostia! ¡Ésa no era mi cama!
Al bajar la vista, arrepintiéndome en el acto de haberlo hecho, pues tuve la sensación de que mi cabeza iba a estallar y que la habitación giraba como una peonza, observé que mi cuerpo desnudo estaba enredado en unas sábanas que no conocía.

¡Hostia, estaba desnuda!

Traté de mantenerme completamente inmóvil y pensar a través de la bruma para recordar lo ocurrido anoche. Dios..., no... De pronto, comprendí exactamente dónde me encontraba. Miré hacia el otro lado de la cama, pero estaba vacío; Lauren se había marchado. Mi cabeza,
y ahora también mis tripas, protestaron enérgicamente por el brusco movimiento.

«Maldita sea, maldita sea, maldita sea», pensé, irritada. Oprimí los dedos con fuerza contra mis sienes, tratando de detener los inmisericordes martillazos. Los recuerdos irrumpieron en mi mente como un accidente mortal que no quería ver, pero no pude evitar afrontarlos.

«Ese increíble primer beso, anhelante, intenso y lleno de pasión. Esa mano en mi nuca, atrayéndome con firmeza hacia ella. Otra mano apoyada en la parte baja de mi espalda. Lauren empujándome lentamente contra la encimera y sentándome sobre ella. Mis piernas rodeándole la cintura. Mis manos enredadas en su pelo. Su olor embriagador, el sabor de tequila en su lengua...»

El recuerdo momentáneo del tequila me produjo náuseas. Como no quería ponerme a vomitar en la cama, me arriesgué a experimentar de nuevo un espantoso mareo y me incorporé. Esperé unos segundos a que mi cabeza se despejara, y, al comprender que eso no iba a ocurrir, miré a mi alrededor en busca de mi ropa. Sólo encontré mi camiseta de tirantes, colgada de su guitarra junto a la cama.

Mierda.

Me la puse lentamente y me levanté, trastabillando un poco. En serio, ¿no se debería haber pasado la borrachera? Miré el reloj: las
dos y media. Ese día no iría a la universidad. Mi clase de Psicología estaría a punto de terminar. Me dirigí con cautela hacia la puerta. Mis bragas estaban en el suelo junto a ella. Suspiré y me agaché con cuidado para recogerlas. Me las puse rápidamente al tiempo que las náuseas arreciaban.
Más o menos vestida, decidí que el pudor era el menor de mis problemas. No tenía ni idea de dónde estaba Lauren, y mis tripas no bromeaban. Corrí al baño y llegué justo a tiempo para vomitar de forma estrepitosa en el retrete. Cuando apoyé la cabeza contra la fría porcelana, otra retahíla de recuerdos invadió mi mente.

«... La mano de Lauren deslizándose sobre mi cuello, seguida por sus labios. Mi cabeza inclinándose hacia atrás, con los ojos cerrados.
Jadeando. Gimiendo con suavidad. Resollando. Quitándole la camisa. Su glorioso e impresionante cuerpo. Sus músculos firmes, su piel suave. Su respiración acelerándose mientras mis dedos se deslizaban sobre su pecho. Sus sofocados gemidos mientras me estrechaba contra ella. Sus brazos alzándome en volandas y transportándome escaleras arriba...»

Sentí otro ataque de náuseas y el sudor perló mi frente. Uf, odiaba el tequila. Más recuerdos implacables...

«... Dando un traspié debido a mi estado de embriaguez cuando Lauren me depositó en el suelo, al llegar a la cima de la escalera, ambas riendo. Tumbada sobre los peldaños, sintiendo todo el peso de su cuerpo sobre mí mientras murmuraba “lo siento” y pasaba la lengua sobre mi cuello. Conteniendo el aliento al sentir su rígido miembro contra mí. Chupándole el lóbulo de la oreja. Sus cálidos labios sobre los míos. Sus manos quitándome el pantalón...»

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