AMOR Y SOLEDAD

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Corría el mes de marzo, y en el fresco ambiente se percibían los últimos coletazos del invierno, pero también se palpaba una
renovación. Los cerezos habían florecido en la universidad, y el campus estaba tachonado de flores rosáceas que aliviaban mi angustiado corazón cada vez que pasaba por él.
Había sido un invierno duro para mí. No me gustaba estar sola, y de un tiempo a esa parte había tenido que soportar muchos ratos de
soledad. A mi hermana le chiflaba salir y no había tardado en reunir a un buen número de atractivas camareras de Hooters con las que ir de fiesta. Yo había oído decir que se habían postulado para ser las «Chicas Hooters» del calendario del próximo año.
De vez en cuando, Jenny trataba de obligarme a salir con ella, pero nuestros horarios eran distintos y era complicado quedar una noche en que ambas libráramos y yo no tuviera que preparar un examen. No obstante, de vez en cuando íbamos al cine o nos tomábamos un café antes de que ella comenzara su turno, pero no con tanta frecuencia como me habría gustado.

Los estudios me mantenían ocupada, al igual que el trabajo, e incluso el hecho de seguir en contacto con Denny me mantenía ocupada. Dado que nuestros husos horarios eran tan distintos, nuestras llamadas telefónicas me costaban un dineral. Pero estaba decidida a mantenerme ocupada para no pensar en Lauren, lo cual no era posible.
Nuestra separación, que duraba ya tres meses, había supuesto para mí una especie de rehabilitación forzada, pero en el fondo aún estaba enganchada a ella, como una adicción que fluía por mis venas.
Casi me parecía oír su nombre con cada latido de mi corazón, y cada día me reprochaba mi estúpido error.

¿Cómo era posible que me hubiera sentido tan aterrorizada y hubiera sido tan idiota de alejar de mí a una persona tan maravillosa?

Una noche, mi hermana, sin pretenderlo, hizo que aflorara de nuevo ese dolor. Estaba en el baño, arreglándose para ir a la
discoteca con unas amigas. Se estaba secando su sedosa cabellera, con la cabeza inclinada hacia delante, para que el secador proporcionara mayor volumen a su perfecta melena. Yo pasé frente a la puerta del baño en el momento en que alzó la cabeza y se ahuecó el pelo. Lucía un top sin espalda y unas tiras en triángulo en la parte delantera, algo poco adecuado para la temperatura que hacía fuera, pero no fue eso lo que me llamó la atención. Fue el destello que vi alrededor de su cuello. Me paré en seco. La miré atónita mientras los ojos se me llenaban de lágrimas.

—¿Dónde conseguiste eso? —pregunté sin apenas poder articular las palabras.

Ella me miró confundida durante unos instantes, y entonces se percató que yo miraba el collar que lucía alrededor del cuello.

—Ah, eso. —Se encogió de hombros y el collar se deslizó hacia arriba y hacia abajo sobre su cremosa piel—. Lo encontré entre mis cosas. No sé de dónde ha salido. Pero es bonito, ¿verdad?

Me quedé de nuevo atónita mientras contemplaba incrédula la cadena con la guitarra de plata que Lauren me había dado con tanto amor al despedirse de mí. El vistoso diamante brillaba bajo las luces del cuarto de baño, y mi nublada visión amplió el destello hasta que un arco iris pasó frente a mis ojos. Mi hermana debió de percatarse de que estaba a punto de desmoronarme.

—¡Cielo santo! ¿Es tuyo, Camila?

Pestañeé y mi visión se aclaró al tiempo que unas lágrimas rodaban por mis mejillas. Mi hermana se llevó enseguida las manos a la nuca para desabrocharse el collar.

—No lo sabía. Lo siento. —Se lo quitó de inmediato y prácticamente me lo arrojó.

—No tiene importancia —murmuré—. Pensé que lo había perdido. —O que Lauren se lo había llevado.

Ella asintió y me abrazó, colocándome el collar alrededor del cuello, puesto que yo parecía reacia a tocarlo. Después de asegurar el cierre, preguntó en voz baja:

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