CRETINA

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A la mañana siguiente, me desperté grogui. No había sido fácil para mí acostarme junto a Denny, especialmente cuando, en sueños, él había suspirado satisfecho y me había tomado la mano. El sentimiento de culpa que me había asaltado casi me había inducido a salir de nuevo pitando de la habitación. Pero me obligué a cerrar los ojos y quedarme.
De modo que, por la mañana, cuando entré en la cocina, la sorpresa hizo que me detuviera en seco. Aunque la noche anterior Lauren había pillado una cruda monumental, se había despertado antes que yo. Pero, a diferencia de otras mañanas desde que yo vivía en el apartamento, por primera vez comprobé que tenía un aspecto horrible. Se había puesto la camiseta que llevaba la noche anterior, pero, aparte de ella, sólo llevaba los calzoncillos. Su pelo, aunque aún lo tenía alborotado y fabuloso, acentuaba su rostro cansado, realzando las profundas ojeras y su intensa palidez. Estaba sentada en la mesa de la cocina, con la cara entre las manos. Respiraba de manera lenta y pausada por la boca.

-¿Estás bien? -pregunté en voz baja.

Ella esbozó una sonrisa que parecía más una mueca de dolor y alzó la vista para mirarme.

-Sí -murmuró. Desde luego, no lo parecía.

-¿Quieres café? -inquirí en voz baja para no empeorar su jaqueca.

Ella se estremeció pero asintió con la cabeza. Me dispuse a preparar café, observándola con curiosidad. Al haber pasado por lo que ella experimentaba ahora, me compadecía de ella, aunque ella tenía la culpa por haberse emborrachado como una cuba. Traté de hacer el menor ruido posible, pero cada tintineo, cada pequeño golpe, incluso el sonido del chorro del grifo, hacía que torciera el gesto. Imaginé que
debía de tener una resaca monumental.
No pude evitar preguntarme quién, o qué, la había inducido a pasarse con las copas.

¿Dónde había estado todo el día anterior
mientras yo sufría?

Traté de recordar nuestra breve conversación
anoche, pero ella sólo había pronunciado un par de frases, de modo que era imposible adivinar qué había hecho. No obstante, recordé un comentario que había hecho.

Sin pensar, le pregunté en voz alta:

-¿Cómo sabías que Denny había regresado? -

Ella apoyó la cabeza sobre la mesa al tiempo que soltaba un gemido y me tapé la boca con la mano, arrepintiéndome de haber agravado su estado.

-Vi su chaqueta -masculló.

Pestañeé, sorprendida. Anoche no parecía darse cuenta de nada, y menos de algo tan pequeño e insignificante como una chaqueta colgada del respaldo de una silla.

-Ah. -Sin saber qué añadir, y preocupada por la palidez de su rostro, le pregunté de nuevo-: ¿Estás segura de que te sientes bien?

Alzó la vista y me miró irritada.

-Pues claro -declaró con frialdad.

Confundida, terminé de preparar el café y esperé junto a la encimera a que estuviera listo. Luego, tomé dos tazas del armario. De improviso, Lauren rompió su silencio.

-Y tú..., ¿estás bien? -preguntó lentamente.

Me volví hacia ella. Su rostro mostraba una extraña expresión. Confiando en que se sintiera algo mejor, sonreí para tranquilizarla.

-Sí, perfectamente.

De repente, pareció tener un ataque de náuseas. Apoyó los brazos sobre la mesa y sepultó la cabeza en ellos. Resoplaba, como si se esforzara en dominarse. Vertí el café en nuestras tazas, confiando en que la aliviara.

-Échale un poco de Jack. -Lauren se volvió ligeramente hacia mí, para que comprendiera a qué se refería. La miré sonriendo de forma socarrona. No hablaba en serio, ¿o sí? Ella alzó la cabeza y me miró muy seria-. Por favor.

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