AL ROJO VIVO

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A la mañana siguiente, cuando mi mente empezó a cobrar vida lentamente, se dio cuenta de tres cosas. La primera era que me dolía todo el cuerpo. Al parecer, la noche anterior habíamos hecho el amor con más rudeza de lo que recordaba. Dios santo..., ¿le había pedido
yo que me tratara con más rudeza? ¿Por qué? Sin querer, el recuerdo de las manos de Lauren irrumpió en mi cerebro. Tragué saliva y me esforcé en cambiar el rumbo de mis pensamientos.
Lo segundo fue que aún tenía la sensación de que iba a ponerme a vomitar hasta que mi estómago se hubiera vaciado por completo. Sin embargo, tenía los ojos secos, pensé con alivio.
Convencer a Denny de que había salido al aparcamiento porque estaba indispuesta y no quería ponerme a vomitar delante de todo el
mundo había resultado más sencillo de lo que había imaginado.
Él no había vacilado, no había dudado por un momento de mi historia, sino que me había ayudado cariñosamente a subirme en el coche y me había llevado a casa. No pude evitar dirigir una mirada de tristeza al quiosco de café exprés cuando pasamos junto a él. No pude evitar preguntarme si Lauren seguía allí, arrodillada en el suelo, esperando a que se le secara la sangre de la espalda. Tuve que llevarme la mano al vientre para reprimir las náuseas. Denny me miró, y partimos rápidamente. Sólo me preguntó un momento por Lauren. Le dije que la había dejado sentada a la mesa y no sabía adónde había ido. Curiosamente, me quedaba algo de voz. Estaba un poco ronca, pero tenía voz. Denny no reparó en ello. O quizá lo atribuyó al hecho de que me sentía indispuesta.
Al llegar a casa, me había ayudado con cuidado a ponerme el pijama y a acostarme en la cama. Su ternura, sus miradas de adoración me resultaban insoportables. Hubiera querido que me gritara, que fuera cruel conmigo. Me lo merecía, eso y más. Rompí de nuevo a llorar, de modo que me tumbé de costado para que no me viera el rostro, y fingí quedarme dormida. Él me besó ternura en el hombro antes de acostarse junto a mí, y yo estuve varias horas llorando en silencio con la cara sepultada en la almohada.

Al despertarme, supuse que Lauren habría ido directamente del bar al lugar donde pensase ir. Estaba claro que no quería volver a verme nunca más, ni enfrentarse de nuevo a Denny. No después de lo que ella, de lo que nosotras, habíamos hecho. Nuestra primera vez juntas fue un error inducido por el alcohol durante la ruptura entre Denny y yo, pero fue un pequeño error. Esta vez era distinto. Esta vez era decididamente una traición.
Eso me llevó a mi tercera y sorprendente observación. Oía a Denny y Lauren conversando, incluso riendo, abajo. Me incorporé rápidamente en la cama y agucé el oído. No oí voces airadas ni gritos. Ningún indicio de una disputa.

¿Era posible que Lauren mantuviera el domingo por la mañana unantranquila conversación con su mejor amigo, al que acababa de apuñalar por la espalda?

Me levanté enseguida y corrí al baño. Tenía un aspecto horrible. Mis ojos estaban hinchados e inyectados en sangre, el pelo desgreñado. Me pasé un cepillo por mi espesa cabellera, me lavé la cara y me cepillé los dientes como pude. No tenía buen aspecto, pero, en cualquier caso, era mejor así, pues, a fin de cuentas había fingido
sentirme indispuesta. Me miré el muslo, y, tal como había supuesto, tenía un bonito moratón. Me mordí el labio, y, al verlo, me vinieron de
nuevo las náuseas. Me alisé la ropa y decidí dejarme el pijama puesto.
No era infrecuente que por las mañanas me paseara por la casa en pijama, y, en todo caso, mi acuciante curiosidad me impedía esperar
más tiempo.
Bajé la escalera volando y por poco me caigo al detenerme en el último escalón. Respirando hondo, traté de normalizar mi respiración y los acelerados latidos de mi corazón. ¿Cabía pensar que Lauren estaba allí porque lo de la noche anterior había sido una terrible pesadilla que no había sido real? Si mi cuerpo no tuviera un moratón y no se sintiera deliciosamente dolorido, y si todo ello no me hubiera provocado náuseas, quizá lo habría creído.
Me dirigí a la cocina despacio y doblé la esquina. Sí, sin duda lo de la víspera había sido tan sólo un sueño. O quizás estaba soñando ahora.
Denny estaba apoyado contra la encimera, bebiéndose tranquilamente una taza de té. Cuando me vio entrar, sonrió.

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