EL PUNTO DE INFLEXIÓN

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Decidimos pasar juntas nuestro sábado libre tomando un tren al norte. Yo no había viajado nunca en ferrocarril y, al principio, me sentí
un poco nerviosa, hasta que Lauren me cogió de la mano. Entonces, me relajé apoyándome contra ella en el asiento y observando el paisaje que desfilaba ante la ventanilla con el balanceo del tren. La vista era espectacular, con las montañas coronadas de nieve a lo lejos y el
verdor de los frondosos árboles de hoja perenne que pasaban volando frente a nosotros. Ese lugar me encantaba. Sólo llevaba allí unos pocos meses, pero me encantaba ese Estado. Nos apeamos en una pequeña población turística y paseamos por ella cogidas de la mano.
Sin temor a que alguien que conocíamos nos viera, nos sentíamos más unidas y nos comportábamos con menos prudencia de lo habitual cuando estábamos juntas.
Nos detuvimos con frecuencia para contemplar el río que discurría junto a nosotras o para visitar una tienda de curiosidades, y ella me estrechaba con fuerza contra su pecho. Yo me volvía hacia ella deleitándome con su calor y su ternura. Después de lo ocurrido anoche en su cama, algo había cambiado entre nosotras (una vez más). No estaba segura de qué era. Sólo que nos mirábamos más a los ojos y nuestras caricias eran más íntimas, aunque ella se esforzaba en no volver a romper mis reglas. Las líneas empezaban a hacerse borrosas. Y eso era algo que me preocupaba y me excitaba a la vez.

Al fin, tomamos un tren de regreso al sur porque yo tenía que ir a trabajar. Suspiré cuando divisé de nuevo Seattle. Había sido una
liberación estar con ella sin tapujos, sin temor a ser descubiertas. Había disfrutado de nuestra pequeña excursión... y sabía que probablemente no volveríamos a hacer algo así en mucho tiempo. Miré su rostro mientras ella contemplaba el paisaje a través de la ventanilla. Sus labios carnosos estaban algo fruncidos y me pregunté si pensaba en lo mismo que yo. Observé cómo el sol se reflejaba en sus ojos,
modificando el verde intenso en un tono más claro. Sonreí al comprobar lo increíblemente hermosos que eran sus ojos. De pronto me miró y sonrió al comprobar que la observaba. Sentí el acuciante deseo de besarla, y tuve que volver la cabeza y cerrar los ojos.

—¿Te sientes bien? —me preguntó.

—Un poco mareada por el movimiento del tren... Ya se me pasará. Dame un minuto. —No estaba segura de por qué le había mentido.

Ella lo habría entendido si le hubiera dicho la verdad. Lo cierto es que lo habría entendido demasiado bien, y después de anoche no estaba segura de que no tratara de aprovecharse de ello en lugar de concederme espacio. Y, en esos momentos, lo que yo necesitaba era espacio.
Mantuve los ojos cerrados hasta que el tren se detuvo por completo. Reconozco que era absurdo lo atraída que me sentía por ella.
Cuando nos apeamos, ella me llevó directamente al bar de Pete. Se quedó conmigo hasta que llegaron los D-Bags e iniciaron su actuación.
Lauren no se había equivocado sobre el espectáculo que había dado anoche; el local estaba abarrotado, y me pasé toda la noche
atendiendo a un cliente tras otro, tomando sus pedidos. Cuando terminé mi turno, estaba agotada. Jenny me acompañó a casa en coche en lugar de Lauren, y, a juzgar por la cara que puso cuando le dije que me llevaría ella, deduzco que se sintió un tanto herida. Pero supuse que Denny ya habría regresado a casa, aunque
probablemente estaría durmiendo, y no quería que me viera llegar con Lauren. Después de nuestro maravilloso fin de semana juntas, temí que Denny intuyera lo que había pasado entre nosotras, y no podía arriesgarme a que eso ocurriera. Confié en que Lauren no estuviera
demasiado disgustada.
Cuando llegué, comprobé que Denny ya estaba en casa. Pero Lauren aún no había regresado, lo cual hizo que arrugara el ceño cuando subí la escalera. Denny estaba sentado en la cama, mirando la televisión como si me estuviera esperando.

—Hola, cielo —dijo cariñosamente, con acento más marcado debido al cansancio, mientras extendía los brazos hacia mí.

Procuré ignorar la crispación que sentí en la boca del estómago al pensar que mi tiempo libre con Lauren había terminado (y, por cierto,
¿dónde se había metido?), y, sofocando un suspiro, me tendí en la cama para acurrucarme en los brazos de Denny. Ella me acarició la
espalda mientras me contaba su viaje. Me quedé dormida apoyada contra su pecho, vestida, mientras ella me hablaba de su conferencia y
del gilipollas de su jefe. Antes de que me venciera el sueño, me pareció oírlo pronunciar mi nombre con tono interrogante, pero estaba
demasiado cansada después de mi fin de semana para resistir la somnolencia que me invadió, y sucumbí a ella. Confié en que a Denny no le doliera demasiado que me hubiera quedado dormida.

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