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Descargo de responsabilidad: No soy dueño de Naruto

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Capítulo 21

Sora se dio la vuelta y miró la voz que había detrás de ella.

Mierda.

Mierda, mierda, mierda, mierda.

Había un hombre y una mujer; ambos vestidos con pantalones negros fruncidos y chaquetas abiertas. Ella llevaba la tradicional blusa que deja al descubierto el vientre, mientras que él iba con el torso desnudo. Tenían la piel de color crema oscuro y una constitución muy musculosa. Alrededor de sus cinturas llevaban fajas de color rojo sangre.

Era imposible confundirlos, y probablemente por eso la mayoría del bar estaba empezando a despejarse.

Guerreros kaze. Lo más probable era que formaran pareja. Tras años evitándolos, se había topado con una pareja el día que regresó. El destino no podía darle un respiro de vez en cuando.

Se señaló a sí misma. "¿Yo?", preguntó con la voz más inocente que pudo reunir.

Las mujeres se burlaron, torciendo los labios. "Hemos esperado años a que te aventuraras de nuevo en nuestro territorio y aquí estás. No vamos a dejarte marchar, Sora".

Ladeó la cabeza e intentó parecer estúpida. "Lo siento, soy Sora, pero no sé de qué me estás hablando. ¿Quizá te has equivocado de persona? Es un nombre común en el este".

De nuevo las mujeres se burlaron. "No te hagas la tonta con nosotras. Te hemos oído en el restaurante. Sólo hablo un poco de oriental, pero lo suficiente para oír los nombres de Sora y Nanashi. Además, ninguna mujer de mediana edad se sentaría en un bar a media tarde a beber. ¿Quién más podrías ser?"

"¿Mucha sed?" preguntó Sora.

"Bueno, si no vas a cooperar, quizá deberíamos ir a ver si encontramos a esos dos con los que viajabas". La mujer y su compañero se dieron la vuelta para irse.

Un kunai voló por encima de su cabeza, cortando parte del pelo de su moño.

"Bueno, si de verdad quieres que te pateen el culo, supongo que no puedo hacer nada al respecto", dijo Sora, soltando el hechizo de ilusión y cruzando las piernas enfundadas en cuero. Al verla, el resto del bar se despejó.

La mujer arqueó una ceja y miró por encima del hombro. "Grandes palabras de alguien que no pudo mantener su identidad en secreto ni cinco minutos una vez que regresó al este".

Sora se encogió de hombros. "Todo el mundo mete la pata alguna vez". Pero esta vez sí que había metido la pata. Lo único que le impedía reprenderse a sí misma era el hecho de que sabía que iba a necesitar concentrarse para mantener la situación bajo control. Tenía que confiar en que los niños se las arreglarían solos.

"Ya lo creo. Nunca debimos dejar que Nori y tú salierais vivos de Kaze. Pero ahora que volvéis a estar a nuestro alcance no os dejaremos marchar de nuevo".

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