Durante el viaje de vuelta a la escuela de magia y hechicería, Ijichi dirigió la vista numerosas veces hacia el espejo retrovisor, aprovechando los semáfaros, para observar los asientos traseros que ocupaban Megumi y Nobara.
—¿Te pasa algo, Ijichi? —ella, tan pronto como lo notó, le preguntó.
—Eh —Él tragó saliva, devolviendo sus manos temblorosas al timón—. Solo quería asegurarme de que estuvieran cómodos.
Nobara arqueó una ceja.
—Ijichi —Lo amenazó con su martillo.
—¡Está bien! ¡Está bien! —el hombre exclamó, muy atemorizado—. ¡Solo quería saber si era cierto que estás saliendo con Megumi! ¡No crean que soy chismoso, pero últimamente están hablando mucho de ustedes dos y me pareció curioso! —Les enseñó su celular.
Los tres hechiceros juntaron las cabezas alrededor de él.
—¿Sigues a la página de chismes de la escuela de jujutsu? —Nobara preguntó incrédula.
—¡Pero qué bien! —Yuuji interrumpió, con una gran sonrisa—. ¿Por qué no me dijeron que estaban saliendo, chicos? Ahora todo tiene sentido: sus citas en la tarde, esas conversaciones tan extrañas sobre parejas y esas miradas incómodas que se dan entre las misiones.
Megumi le pegó un puñetazo en la cabeza.
—Serás tonto —le dijo—. ¿Acaso no te das cuenta de que esa es la foto que nos tomaron hace unas horas?
—¿Ah sí? —Los ojos de Yuuji se empequeñecieron—. Que no te dé pena, Fushiguro. Después de todo, yo sé que Kugisaki es tu tipo.
—¿Lo dices porque soy fuerte y hermosa? No me sorprende, debo tener muchos admiradores.
Yuuji rió, mientras observaba a Nobara levantar el mentón y sacudir su cabello, dándose aires de diva auténtica. Sin embargo, en cuestión de segundos, aquella imagen mental se quebró como quien rompe un vidrio o un cristal.
—No, porque eres chismosa y algo gruñona.
Una vena estuvo a punto de explotar en la frente de Nobara. Ella subió el brazo y estiró su cuerpo sobre las piernas de Megumi para alcanzar el rostro de Yuuji, quien estaba en el lado opuesto del auto, y asestarle una cachetada.
—¿Puedes dejar de decir tantas estupideces por un segundo, Itadori? —Suspiró y apretó la muñeca de Megumi—. Ijichi, aquí bajaremos Fushiguro y yo —agregó empujándolo fuera del vehículo, cuando éste frenó.
—¿Qué haces? —Megumi frunció el ceño buscando con la mirada la ayuda de Yuuji que solo se encogió de hombros y cerró la puerta—. No me toques así, podrían tomarnos otra foto.
Nobara lo soltó y una sonrisa traviesa se plasmó en su rostro.
—¿Qué? ¿No quieres que te toque? —Le enseñó los dientes mostrándose nuevamente enojada—. Es tu culpa, me dijiste que lo dejáramos pasar y míralo ahora. Oye, yo debería estar ofendida. ¿Qué tiene de malo salir conmigo? ¿Eh? No soy cualquiera, soy Nobara Kugisaki y deberías sentirte afortunado de que te relacionen con alguien como yo. Cuando me asciendan de grado o me contrate una empresa de modelaje reconocida como Stardust, verás de lo que hablo y aprenderás a valorarme de verdad.
Megumi se sonrojó y apartó la mirada de ella.
—Te admiro —le confesó.
—¿Me admiras? —Las mejillas de Nobara se tiñeron de rosado.
—Sí, lo hago —Megumi respondió—, pero como admiro a Yuuji o a los superiores, a pesar de lo tontos que pueden llegar a ser. El problema no eres tú, solo que lo que están diciendo de nosotros no tiene ningún fundamento que lo sostenga.
—Es una ofensa a los chismes —Nobara coincidió—, te entiendo. Descubriré al responsable y le daré su merecido. Puliré mi martillo.
Los dos siguieron caminando a través de las calles donde se empezaban a asomar nuevas tiendas de ropa y locales de comida. Los no hechiceros, cerca de ellos, entraban y salían, ignorantes del reciente rumor que se propagaba entre los estudiantes de hechicería y el mundo de la hechicería en general, por lo que, al menos por ese momento, podían pasar desapercibidos y confundirse entre la gente.
—Fushiguro —Nobara lo llamó volteándolo a ver—, ¿tienes algunas sospecha de quién pueda ser?
Megumi permaneció callado unos minutos.
—Sí —le contestó con seguridad—, pero primero, vamos por un café.
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Chismes y café┊FushiKugi
FanfictionFushiguro y Kugisaki suelen reunirse a compartir chismes y café, hasta que alguien, desde el anonimato, decide convertirlos a ellos en el centro de los rumores.