Confesión desesperada

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Momo esquivó a Nobara y recogió la escoba que había dejado apoyada sobre la pared. Se trepó en el bastón, casi resbalándose, y emprendió vuelo dejándola muy abajo.

—¡Me las vas a pagar! —la castaña gritó alzando el puño.

Megumi logró alcanzarla, patinando en el suelo, y juntó las manos para estirar los dedos de una mano y apretarlos con los de la otra.

—¡Nue! —Invocó a la quimera que se elevó para agitar las alas y derribar a la otra hechicera.

Atorada entre unos arbustos, Momo trató de componerse, con cierto dolor. Al principio, su vista la sintió borrosa, pero a medida que se normalizaba, los rostros de Megumi y Nobara empezaban a dibujarse, observándola con expectación.

—Nishimiya, ven a jugar —Nobara se estiró para recibir el martillo de la mano de Megumi y lo empuñó hacia ella, con la mirada perdida y tétrica—. Tu escoba no podrá salvarte. ¿Me entiendes, enana?

Momo se puso pálida y se impulsó con las palmas para retroceder, aún sentada en el piso.

—¿Enana? ¿Cómo que enana? —Cubrió su cuerpo con las dos manos—. ¡Más respeto, niña de primero!

Nobara bufó y la tomó del cuello de su vestido azul.

—¿Quién te manda a meter tu nariz donde no te incumbe? ¿Eh?

La punta de su arma brilló frente a los ojos de Momo. Nobara presionó el mango, enarbolándolo hacia ella, mas unos brazos enredándose alrededor de su cintura la frenaron antes de que pudiera golpearla con él.

—¡Aléjate de Momo o juro que disparo! —Mai la amenazó, punzándole las costillas con la punta de su pistola. Megumi trató de acercarse a ambas, pero ella se adelantó deslizando su dedo hacia el gatillo sin presionarlo—. Tú, retrocede o se muere. ¡Tampoco invoques shikigamis!

Megumi relajó los puños que acababa de formar y se apartó dándole espacio a Momo permitiéndole incorporarse. Con la respiración agitada, Mai soltó a Nobara, empujándola hacia Megumi, y, sin dejarlos de apuntar con el arma, se puso al lado de su amiga.

—¡No te saldrás con la tuya, Nishimiya! —Nobara gritó a la otra—. ¡Me vengaré! ¿Me oíste? ¡Pagarás por inventar esos chismes sobre mí!

Momo arqueó las cejas y dio un paso al frente. Mai estiró el brazo, deteniéndola con la intención de protegerla, y avanzó en su lugar.

—¡No metas a Momo en esto, Piernas largas! —le advirtió—. ¡La que administra la página de chismes de la escuela, soy yo! ¿Te quedó claro? ¡Momo solo es mi fotógrafa porque se lo pedí, pero yo soy la que redacta los chismes y edita las fotos!

Nobara se puso roja de furia. Megumi la sostuvo de los hombros para evitar que se lanzara encima de Mai.

—¡No puedo creer que hayas caído tan bajo, Zenin! —él dijo, mientras luchaba para que Nobara no se le escapara—. ¿Tanto es el odio que le tienes a Kugisaki?

Mai se cruzó de brazos y bajó la cabeza.

—No lo hice por ella —aclaró y volvió a subirla mostrando sus mejillas enrojecidas—, lo hice por ti. ¡Me gustas mucho, Megumi!

En ese momento, volvió a Megumi la idea de recurrir a Mahoraga.

Chismes y café┊FushiKugiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora