Capítulo 18

576 50 7
                                    


A la noche siguiente, Laura me llama justo cuando estoy llegando a casa del trabajo. Está histérica. Me inunda una sensación de frío y calma. ¿Podría ser? ¿Le ha dicho Daniela que la boda se cancela?

—¿Qué te pasa, Laura? —pregunto.

Mi voz suena tensa y poco natural; tengo el corazón dividido: mi amor por Dani frente a mi amistad con Laura. Me preparo para lo peor, aunque no estoy segura de qué sería lo peor, perder a mi mejor amiga o al amor de mi vida. No puedo medir ninguna de las dos cosas.

Laura dice algo que no entiendo, algo sobre el anillo.

—¿Qué pasa, Lau? Cálmate... ¿Qué dices del anillo?

—¡Ha desaparecido! —exclama, entre sollozos.

No parece posible que el corazón se te encoja al mismo tiempo que sientes un tremendo alivio; sin embargo, esto es lo que sucede cuando comprendo que esta conversación solo tiene que ver con una joya que ha desaparecido.

—¿Dónde lo has perdido? Está asegurado, ¿no?

Hago las preguntas propias de una amiga responsable. Estoy siendo útil. Pero sueno a repetición mecánica. Si estuviera menos histérica, se daría cuenta de que no me importa un comino si no sabe dónde está su anillo.

Le digo que es una descuidada, que probablemente lo ha dejado en algún sitio y no se acuerda de dónde.

—¿Te acuerdas de la vez que pensabas que había desaparecido y luego lo encontraste dentro de una zapatilla? Siempre estás perdiendo cosas, Lau.

—¡No, esta vez es diferente! ¡Esta vez ha desaparecido! ¡Daniela me matará! —dice con voz temblorosa.

Me digo que tal vez no. Tal vez esta sea la ocasión que está esperando. Y luego me odio por pensar una cosa así.

—¿Se lo has dicho?

—No. Todavía no. Todavía está en el despacho... ¿Qué voy a hacer?

—Veamos, ¿dónde lo has perdido?

No me contesta; solo sigue llorando.

Repito la pregunta.

—No lo sé.

—¿Dónde lo viste por última vez? —insisto—. ¿Lo tenías hoy en el trabajo? ¿Te lo has quitado para lavarte las manos?

—No, nunca me lo quito para lavarme las manos. ¿Qué clase de idiota haría una
cosa así?

Me gustaría decirle que no me grite, que ella es la idiota que ha perdido su anillo de compromiso. Pero sigo mostrándome comprensiva y le digo que estoy segura de que aparecerá.

—No, no aparecerá —insiste, sollozando con fuerza.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque lo sé.

Me he quedado sin ideas.

—¿Puedo ir? Necesito hablar contigo —dice.

—Sí, ven —digo, preguntándome si en todo esto hay algo más que un anillo perdido—. ¿Has comido?

—No —responde—. ¿Me puedes pedir una sopa wonton?

—Claro.

—¿Y un rollito de primavera?

—Sí. Anda, ven.

Llamo a Tang Tang y encargo dos sopas wonton, dos rollitos de primavera, dos Sprites y un buey con brécol. Laura llega quince minutos más tarde. Está despeinada y lleva un par de Levi's que reconozco de los tiempos del instituto —todavía le caen perfectamente— y una camiseta blanca, sin mangas. No está maquillada, tiene los ojos enrojecidos y el pelo recogido de cualquier manera en una coleta, pero sigue estando guapa. Le digo que se siente y me lo cuente todo.

Something BorrowedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora