Capítulo 15

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Al día siguiente, Hillary llega a trabajar, vestida con unos pantalones arrugados y unas sandalias negras gastadas. El esmalte de las uñas de los pies ha saltado a trozos, haciendo que el dedo gordo parezca una barrita de caramelo rechoncha. Me río y cabeceo mientras ella se deja caer en su silla habitual en mi despacho.

—¿Qué te divierte tanto?

—Tu guardarropa. Te van a despedir.

Recientemente, nuestra firma ha cambiado sus normas en el vestir, pasando de los trajes clásicos a la ropa apropiada, pero cómoda, siempre que no haya relación con los clientes. Pero estoy segura de que el conjunto de Hillary no es lo que el socio administrador tenía en mente cuando anotó en su memorando «ropa cómoda pero apropiada».

Se encoge de hombros.

—Ojalá me echaran... Bien, ahora cuéntame lo del fin de semana. No te guardes ningún detalle.

Sonrío.

—¿Tan bueno fue?

Le digo que pasamos unos días impresionantes. Le cuento que fuimos a Balthazar y Atlantic Grill y le hablo de nuestro paseo por el parque y lo maravilloso que fue pasar tanto tiempo con Daniela. Espero que si hablo lo suficiente, podré evitar la pregunta obvia.

—Entonces ¿va a cancelar la boda?

Ahí está.

—Bueno, no estoy segura.

—¿No estás segura? ¿Qué dijo, que está pensando en ello?

—Bueno, no.

—¿No lo está pensando?

—Bueno... es que no surgió la conversación. —Procuro no sonar muy a la defensiva.

Arruga la nariz. Luego me mira como si no me entendiera. Me pregunto si su desaprobación tiene más que ver con mi pasividad o con sus crecientes sospechas de que Daniela me está tomando el pelo. Lo primero quizá sea verdad, lo segundo no lo es.

—Pensaba que vosotras dos ibais a hablar de aspectos concretos —dice, frunciendo el ceño.

—Yo también, pero...

—Pero ¿qué?

—Pero me dijo que me quiere —digo. No había planeado compartir este detalle privado, pero siento que debo hacerlo. La expresión de Hillary cambia un poco.

—¿De verdad?

—Sí.

—¿Estaba borracha?

—¡No! No estaba tomada—digo, mirando la pantalla del ordenador, con la esperanza de que Dani me envíe un e-mail.

No hemos vuelto a hablar desde que se marchó ayer.

No la convenzo.

—¿Y tú también lo dijiste?

—Sí. Lo dije. Porque es verdad.

Me concede unos segundos de respetuoso silencio.

—Está bien. Así que os queréis. ¿Y ahora qué? ¿Cuándo se producirá esa pequeña ruptura?

Me molesta la frívola caracterización de la prueba que espera a Daniela.

—No puede decirse que cancelar una boda y poner fin a una relación larga sea una pequeña ruptura.

—Bueno, lo que tú quieras. ¿Cuándo lo va a hacer?

Me duele el estómago cuando digo, una vez más, que no lo sé. Me siento tentada a hablarle a Hillary de los dados, pero me lo guardo para mí. Es algo entre Daniela y yo. Además, la historia no sonaría bien al contarla y es probable que ella solo se indignara conmigo por fiarme de una tirada de dados, en lugar de ser franca.

Something BorrowedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora