Capítulo 23

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aleja2732  Gracias por haber comentado en el capítulo anterior. 🫶🏻 Aquí tienes el capítulo y espera más tarde otro☺️

Daniela. Se levanta mientras yo me la quedo mirando. Lleva tejanos y una camiseta gris de Hoyas. Está un poco más bronceada que cuando me fui. Me molesta su brillo sano y su expresión plácida.

—Hola —dice, dando un paso hacia mí.

—Hola. —Permanezco inmóvil, notando que mi postura se hace perfecta—. ¿Cómo sabías cuándo volvía?

—Johan me dio los detalles de tu vuelo. Encontré su teléfono en la agenda de Laura.

—Oh... ¿Qué quieres? ¿Qué haces aquí? —pregunto.

No quiero parecer amarga, pero sé que así es.

—Déjame que suba contigo. Tengo que hablar contigo —dice en voz baja, pero apremiante.

José sigue sonriendo alegremente, sin enterarse de nada.

Me encojo de hombros y pulso la flecha para llamar el ascensor. El viaje es interminable y silencioso. La miro, mientras me cede el paso para que salga primero.

Por su expresión sé que ha venido a disculparse de nuevo. No soporta ser la mala de la película. Bueno, pues no le daré esa satisfacción. Y no dejaré que me trate con aire protector.

Si empieza a decirme otra vez lo mucho que lo siente, no dejaré que siga. Puede que incluso le hable de James. Le diré que estoy bien, que estaré en la boda, pero que después quiero tener el mínimo contacto con ella y que espero que coopere.

No te equivoques, le diré, nuestra amistad se ha terminado.

Giro la llave en la cerradura y abro la puerta. Entrar en mi piso es como abrir un horno caliente, aunque me acordé de bajar las persianas. Todas mis plantas se han marchitado.

Tenía que haberle pedido a Hillary que las regara. Pongo en marcha el aire acondicionado y veo que no funciona a la máxima potencia. Siempre que pasa de noventa y cinco, hay un apagón parcial deliberado en toda la ciudad. Echo de menos Londres, donde ni siquiera es necesario tener aire acondicionado.

—Apagón —dice Daniela.

—Ya lo veo —respondo.

Paso junto a ella y me siento en el sofá, cruzo los brazos e intento enarcar una ceja, como hacía Frida. Se me levantan las dos a la vez.

Daniela se sienta junto a mí, sin preguntar nada. Intenta cogerme la mano, pero la aparto.

—¿Por qué estás aquí, Daniela?

—La he cancelado.

—¿Qué? —pregunto. Seguro que lo he oído mal.

—No habrá boda. No me caso.

Me quedo estupefacta, recordando la primera vez que oí decir que la gente se pellizcaba cuando pensaba que estaba soñando.

Tenía cuatro años y me lo tomé literalmente, pellizcándome con fuerza, como si todavía tuviera dos años y hubiera soñado la segunda mitad de mi vida. Recuerdo el alivio que sentí cuando me dolió.

Ella continúa, con voz firme y queda. Tiene la mirada fija en los puños, cerrados apretadamente sobre las rodillas mientras habla, mirándome solo entre frases.

—Todo el tiempo que estuviste fuera me estaba volviendo loca. Te echaba mucho de menos. Echaba de menos tu cara, tu perfume, incluso tu piso. Volvía a revivirlo todo en mi cabeza. Todo el tiempo que habíamos pasado juntas, todas
nuestras charlas. La facultad de derecho. Tu cumpleaños. El cuatro de julio. Todo. Y no podía imaginarme volver a estar sin ti. Es así de sencillo.

Something BorrowedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora