Capítulo 17

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A la mañana siguiente, me despierta el ruido que hace Lau revolviendo en mi armario de medicinas. La oigo rebuscar mientras trato de reconstruir lo que he soñado por la noche, una serie de viñetas incoherentes en las que sale un amplio reparto de los personajes habituales: mis padres, Lau, Dani, Marcus, hasta Les.

El argumento no está claro, pero recuerdo muchas carreras y ocultamientos. He estado
a punto de besar a Daniela una docena de veces, pero no he llegado a hacerlo ninguna. Ni siquiera en mis sueños puedo verme satisfecha.

Laura surge del cuarto de baño con una cara feliz.

—No tengo nada de resaca —anuncia—. Aunque he tomado Advil, solo por si acaso. Te has quedado sin eso. Espero que no lo necesites.

—Estoy bien —digo.

—¡No está mal para el día después de una despedida de soltera! ¿Qué quieres hacer hoy? ¿Podemos pasar el día juntas? Sin hacer nada. Como en los viejos tiempos.

—Vale —digo, un tanto a regañadientes.

—¡Genial! —Va a la cocina y empieza a hurgar en los armarios—. ¿No tienes cereales?

—No, se me han acabado. ¿Quieres que vayamos a EJ's?

Dice que no, que quiere tomar cereales con azúcar, aquí, en mi casa, que quiere que parezca como en los viejos tiempos, nada de un brunch neoyorquino. Abre la nevera y examina el contenido.

—Mujer, pero si no tienes nada de nada. Voy de un salto a comprar café y algunas cosas esenciales.

—¿Tenemos que beber café? —pregunto.

—¿Por qué no?

—Porque pensaba que íbamos a ser auténticas. No bebíamos café cuando estábamos en el instituto.

Lo piensa un segundo, sin darse cuenta del sarcasmo.

—Haremos una excepción con el café.

—¿Quieres que vaya contigo? —ofrezco.

—No. Está bien. Enseguida vuelvo.

En cuanto se marcha, compruebo el buzón de voz. Dani me ha dejado dos mensajes; uno anoche y otro esta mañana. En el segundo, me pregunta si puede venir esta noche. La llamo, sorprendida de lo agradecida que me siento cuando salta su buzón de voz. Le dejo un mensaje, diciéndole que Laura está aquí y piensa quedarse, así que esta noche no puede ser. Luego me siento en el sofá pensando en ayer por la noche, en mi amistad con ella.

¿Podré vivir conmigo misma si consigo lo qué quiero a expensas suyas? ¿Cómo sería la vida sin ella? Todavía estoy pensando en todo esto cuando vuelve. Lleva unas abultadas bolsas de plástico colgando de los brazos. Le cojo los cafés que lleva en las manos y ella deja caer, teatralmente, las bolsas al suelo y me enseña las marcas que le han dejado en los antebrazos. Hago ruiditos compasivos hasta que vuelve a sonreír.

—¡He traído cosas geniales! ¡Froot Loops! ¡Cerveza de raíces! ¡Zumo de manzana! ¡Y helado Chocolate Chip Cookie Dough, de Ben and Jerry's!

—¿Helado para desayunar?

—No, para más tarde.

—¿No te preocupa lo que pesarás el día de la boda?

Lo descarta con un gesto.

—Tanto da. No.

—¿Por qué no? —pregunto, sabiendo que comerá ahora y luego me preguntará por qué la
he dejado que lo hiciera.

—¡Pues, porque no y ya está! ¡No seas aguafiestas...! Venga. Vamos a tomar los Froot Loops.

Se pone en marcha en la cocina sacando cuencos, cucharas y servilletas. Lo trae
todo a la mesita de centro. Está de su humor alocado, hiperactivo.

Something BorrowedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora