13. medianoche

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La culpa es, claramente, de Mike.

Y éste no es el argumento de Will únicamente porque culpar a Mike fue prácticamente en lo que se basó su vida desde los once o doce años. Esta vez, Mike es el culpable. De verdad.

Y, como todo argumento necesita un respaldo que lo justifique, aquí está el de Will:

Fue Mike quien insistió (o, más bien, propuso) que trabajaran juntos. Otra vez. Cuando no había necesidad de hacerlo, y con la misma vieja excusa reciclada de que hacían un buen equipo juntos. (Will espera que ésta sea la última vez que oye a alguien decir eso, aunque sabe que no lo será) Y, a decir verdad, sí lo hacen. Pero ese es otro tema.

La primera vez que esto sucedió — Mike y Will trabajando en equipo — las cosas no terminaron de esta manera.
Bueno, puede ser que haya una pequeña similitud, proporcional al tamaño de un grano de arroz.

La mayoría de juegos en la semana deportiva de la primavera no requerían un equipo para ser jugados.
Lamentablemente, uno de los pocos que sí lo hacían era el fútbol siamés; el cuál es, desde la perspectiva de Will, mucho más útil y eficiente como castigo o tortura que un deporte en el cuál participan adolescentes inocentes.

Las reglas del fútbol siamés son muy parecidas a las del fútbol convencional — el objetivo de marcar mayor cantidad de goles que el equipo contrario y el uso del balón, entre otras — con la excepción de que, en este caso, los jugadores no juegan individualmente. Dos personas están unidas por una camiseta bastante grande como para que ambos quepan allí. Esto empeora la movilidad y hace que las probabilidades de que ambos jugadores, al no poder coordinarse terminen estrellándose contra el suelo del campo de fútbol, crezcan notoriamente.

En otras palabras, se necesitaba comunicación y buen trabajo en equipo para ganar.
Pero, estas dos aptitudes son cosas que ni el Will de trece años ni el Mike de trece años conocían, al menos el uno para con el otro.

Resumiendo, diez minutos adentrados en la partida más tarde, Mike acabó en el suelo del campo de fútbol, con sus manos enterradas en la (porque, para el colmo, hace unos días había llovido) tierra húmeda del suelo.
Y esto le hubiera causado una risa imparable al pequeño Will Byers recién adolescente. Ver a Mike en esa situación ameritaba una fotografía de él impresa en un marco y sería un buen regalo para su cumpleaños o para navidad.
Pero, sin embargo, Will tuvo que idear y comprar otros regalos para el siete de abril y el veinticinco de diciembre.
Porque, dio la casualidad de que, el lugar en el que Mike aterrizó cuando ambos perdieron el control de sus extremidades, fue justo encima de Will.

Lo cuál no es muy diferente a esta ocasión.

Pero quizás la culpa no es de Mike, no del todo. Quizás Will había sido demasiado estúpido al aceptar trabajar en el proyecto de geografía junto a él; quizás Will se había equivocado al considerar una buena idea el hacer equipo con Mike; fingir ser amigos e ignorar todo lo demás que indica que, en efecto, no lo son.

La semana después del baile de bienvenida fue, Will cree, la más tranquila en todo lo relacionado a Mike desde que llegó a su vida; sonreírle amablemente en la escuela no fue tan difícil, aunque quizás la parte más complicada fue retenerse la necesidad de gritarle cada vez que un comentario estúpido salía de su boca.
Hasta ahora. Hasta hoy; exactamente, una semana después del baile.

Todo tiene una explicación. (Además de la principal: que la culpa es de Mike. Bueno, quizás un 50%, y la otra mitad perteneciente a Will)

1) A eso de las seis, Will recibió a Mike en su casa para el trabajo de geografía.

2) Will se cansó. También fue ese el caso de Mike; trabajar durante tres horas sin descansos, hasta el horario en el que Will va a la cama cada día, resultó en lo que sea que es esto.

love to hate you - bylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora