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El resto del vuelo transcurrió en relativa calma

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El resto del vuelo transcurrió en relativa calma. El Soldado se mantuvo callado la mayor parte del tiempo, sumido en sus pensamientos con la mirada perdida en la ventanilla. Decidí no presionarlo con más preguntas por ahora y dejarlo procesar todo a su ritmo.

Aún me costaba trabajo conciliar en mi cabeza la idea de que este letal asesino entrenado para matar sin dudar era mi alma gemela predestinada. Nada sobre nosotros parecía tener sentido o seguir alguna lógica. Y sin embargo, no podía negar la conexión que sentía creciendo cada vez más fuerte desde que nos reencontramos. Era como si mi alma lo reconociera instintivamente, llamándolo a tomar el lugar que le correspondía a mi lado.

Lo observé de reojo, cautivado por sus facciones atractivas y la soltura felina con la que se movía incluso en el estrecho espacio. Todo en él era pura eficiencia entrenada, desde el modo en que repasaba perimetralmente la cabina en busca de posibles amenazas, hasta la manera en que sus dedos realizaban un chequeo minucioso de sus armas por puro hábito.

Me pregunté, no por primera vez, qué clase de vida habría llevado antes de ser convertido en el temido Soldado de Invierno. ¿Habría tenido familia, amigos, una identidad propia? ¿O lo habrían condicionado desde niño para convertirlo en el arma letal que era ahora? Una profunda melancolía me invadió al pensar en todo lo que le habían arrebatado.

Desvió la mirada de la ventanilla al notar mi escrutinio, enarcando una ceja inquisitiva. Le sonreí con disculpa, negando suavemente para restarle importancia a mi poco sutil observación. No quería incomodarlo, pero era difícil apartar los ojos de la perfecta máquina de matar en que se había convertido.

Nuestro vuelo transcurrió sin incidentes, sumidos en conversaciones sobre trivialidades para conocernos mejor. O al menos, para que yo conociera algo del enigmático soldado a mi lado. Seguía sin recordar mucho sobre su pasado antes de la transformación en el letal fantasma del invierno, pero al menos ahora parecía más relajado. Incluso llegó a esbozar alguna sonrisa ocasional que iluminaba esos ojos verdes, haciéndolos parecer de un tono casi turquesa.

Era extraño cómo podía pasar de ese semblante serio y amenazador a parecer un hombre completamente diferente cuando sonreía. Supongo que así funciona la programación que le hicieron: dos personalidades en un mismo cuerpo. Por fuera el eficiente asesino despiadado, pero dentro aún quedaban retazos de la persona cálida y protectora destinada a ser mi alma gemela.

Mis ojos se desviaron inevitablemente hacia el reloj congelado en su muñeca metálica, idéntico al mío. Esa era la prueba irrefutable de que por más improbable que pareciera, estábamos predestinados. Había tanto misterio aún alrededor de ese vínculo entre nosotros...

-¿Puedo? -inquirí, señalando el reloj.

Asintió, extendiendo el brazo hacia mí para que pudiera examinarlo más de cerca. Deslicé con cuidado el dedo sobre el grabado en su piel, sintiendo las manecillas inmóviles bajo la yema. Los números seguían congelados en esa hora exacta del primer momento que nos vimos cara a cara. El instante que cambió todo entre nosotros.

Cuando el reloj se detiene; WinterIronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora