Twenty-one

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Una tarde nos encontrábamos recostados juntos en la amplia cama, simplemente abrazados en pacífico silencio

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Una tarde nos encontrábamos recostados juntos en la amplia cama, simplemente abrazados en pacífico silencio. Los dedos de James trazaban distraídos patrones en mi espalda desnuda mientras yo dejaba vagar mi mente, alcoholizado por su cercanía.

De pronto James habló, rompiendo la quietud—. ¿En qué piensas tanto, kotenok? Casi puedo escuchar los engranajes dando vueltas.

Solté una risita somnolienta—. Oh, nada profundo realmente. Solo pensaba en lo afortunados que somos de tener esto. —Hice un gesto vago para abarcar nuestro entorno—. El uno al otro, esta burbuja de paz alejada del mundo, y de los demás.

Él tarareó pensativo—. Sí que lo somos. Aunque sea temporal, atesoraré estos recuerdos por siempre en mi corazón —Depositó un beso suave justo sobre mi reactor ARK antes de añadir—. Pero también estoy listo para que llegue el día de volver a la realidad contigo.

Lo miré con curiosidad—. ¿Ah sí? ¿Y eso por qué?

James se encogió de hombros—. Porque significa que iniciaremos un nuevo capítulo juntos —respondió James con una sonrisa—. Uno donde podré despertar cada mañana a tu lado, en nuestra casa. Donde al fin seremos solo tú y yo, sin tener que separarnos.

Sus palabras hicieron que una oleada de dicha me invadiera al visualizar ese futuro. Era cierto, nuestra vida anterior había estado llena de misiones, deberes y separaciones involuntarias. Pero ahora todo sería distinto.

—Suena como un gran plan, soldado —murmuré—. Despertar abrazados todas las mañanas sin prisas, desayunar en la terraza, trabajar juntos en el taller... Me gusta cómo se oye eso.

Mi corazón se inflamó de felicidad ante sus palabras. La absoluta certeza de cuánto significaba para él eso de "oficializar" las cosas me llenaba de dicha. Sabía lo cuidadoso que era James con los pasos importantes debido a su historia.

Así que su deseo de dar este gran paso conmigo era la prueba irrefutable de su total compromiso con nuestra relación. Y nada podría hacerme más feliz.

Incapaz de contener la euforia, me lancé a sus brazos casi tirándolo de la cama en el proceso. James rió, sujetándome contra su pecho mientras nos giraba para quedar él encima, aprisionándome contra el colchón.

Sus ojos centelleaban con puro gozo y amor, un espejo de mis propias emociones.

—¿Eso es un sí, entonces? —preguntó con fingida inocencia.

Puse los ojos en blanco con fingida exasperación—. Por supuesto que sí, idiota.

Acto seguido atraje su rostro al mío para fundirnos en un beso que transmitía sin palabras la absoluta certeza de mi decisión. El sabor de sus labios era como volver al hogar.

Los siguientes días los dedicamos enteramente a planear nuestro futuro juntos: elegir un barrio agradable para vivir, diseñar cada rincón de lo que sería nuestro nidito de amor, imaginar cómo decorarlo e incluso fantasear con tener uno o dos perritos corriendo por el jardín.

Cuando el reloj se detiene; WinterIronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora