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Por desgracia, nuestra felicidad resultó ser breve. Meros días después el soldado reapareció súbitamente mientras preparábamos la cena, atacándome por la espalda en un arranque de violencia irracional. Por suerte esta vez pude defenderme un poco mejor, sincronizando mis movimientos con los suyos gracias al exhaustivo entrenamiento previo.

Aun así la fuerza y velocidad de ese letal alter ego terminaron por imponerse. Acabé de nuevo magullado y dolorido, con varias costillas fisuradas y una fea herida en la ceja que no dejaba de sangrar, nublando mi visión.

Desesperado, intenté una vez más hacerlo reaccionar, apelando a sus recuerdos, suplicándole que volviera en sí, que recordara lo nuestro. Esta vez me costó mucho más traer de vuelta a mi Bucky, su mente evidentemente más dañada por esta recaída.

Para cuando recuperó la lucidez, estaba aterrado, balbuceando disculpas incoherentes, abrazándome con desesperación como temiendo que fuera a desaparecer. Entre sollozos me hizo prometer que la próxima vez no dudaría en defenderme con todas mis fuerzas, incluso si eso implicaba dañarlo a él con tal de detener al monstruo en el que se convertía.

Me negué terminantemente en un inicio. Jamás podría concebir hacerle daño intencionalmente, ni siquiera bajo tales circunstancias. Pero Bucky insistió tanto al respecto que terminé accediendo solo para calmarlo, sabiendo en el fondo de mi alma que era incapaz de cumplir esa promesa.

Por tercera vez recurrimos al ritual de curarnos mutuamente las heridas antes de caer rendidos en la cama, buscando olvidar la pesadilla en los brazos del otro. Y por tercera vez, el efímero oasis de paz que construimos se vio abruptamente destrozado sin previo aviso.

En esta ocasión él me emboscó justo después de una particularmente intensa sesión de entrenamiento cuerpo a cuerpo, aprovechando que me hallaba exhausto y dolorido. Aun así puse todo de mí en esquivar sus embates, hasta que la fuerza me abandonó por completo y fui a dar contra la pared, indefenso.

Golpe tras golpe se estrelló contra mi cuerpo maltrecho, robándome la respiración, la consciencia, la esperanza... Al borde de la inconsciencia, con la vista nublada por la sangre brotando de mi cuero cabelludo, creí vislumbrar un destello metálico aproximándose velozmente hacia mi garganta expuesta.

En ese momento recordé la promesa arrancada por Bucky y supe que no tenía alternativa: o hacía algo drástico para detenerlo o el próximo golpe sería letal. Así que con el corazón destrozado activé el guantelete que llevaba puesto, apuntando directo al pecho de mi atacante.

El rayo de energía salió despedido, impactando de lleno en el torso del soldado y lanzándolo hacia atrás varios metros hasta estrellarse contra la pared opuesta. Su cuerpo quedó incrustado en el concreto agrietado antes de desplomarse inconsciente sobre el piso.

Ignorando el agudo dolor de mis costillas rotas me arrastré hasta él, comprobando con alivio que solo estaba desmayado, aunque con algunas quemaduras de consideración en el pecho. Le quité algunos escombros de encima y acuné su cabeza con infinita delicadeza sobre mi regazo, acariciando sus cabellos enmarañados mientras las lágrimas surcaban silenciosas mis mejillas ensangrentadas.

Cuando el reloj se detiene; WinterIronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora