fourteen

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Esperaba que Steve se enfadara o me echara en cara mi temeridad, como solía hacer cada vez que me lastimaba por andar probando inventos peligrosos. Pero para mi sorpresa, su expresión era de angustia y pesar, no de enojo.

—Oh Tony... sabes que puedes decirme cuando tienes cualquier problema, somos un equipo ¿no? Se supone que nos cuidamos las espaldas mutuamente... No tienes que lidiar solo con todo, ya no. —Sus helados ojos azules parecían suplicarme que confiara en él.

Me removí incómodo en mi asiento, desviando la mirada de ese escrutinio intenso, tan difícil de resistir.  Siento que en cualquier momento terminaría rindiéndome. Solté un suspiro de cansancio antes de responder con sinceridad.

—Lo sé Steve... y te lo agradezco. Pero a veces los viejos hábitos son difíciles de romper. Después de décadas cuidándome solo las espaldas no es fácil acostumbrarme a contar con el apoyo de alguien más... ni siquiera del gran Capitán América —añadí con una media sonrisa sarcástica.

Para mi sorpresa, Steve no contestó con otro comentario mordaz como solía hacer cada vez que discutíamos. En lugar de eso, se sentó a mi lado y pasó suavemente una mano por mis desordenados cabellos en un gesto reconfortante.

Me tensé completamente, intimidado por esa cercanía tan inusual viniendo de él. Mi corazón se aceleró y por un momento deseé recostar la cabeza sobre su hombro y dejarme abrazar, bajando mis defensas a sabiendas que nada pasaría... Pero me obligué a reprimir esos impulsos, apartándome con el pretexto de acomodar mejor el hielo sobre mi magullado pómulo.

Steve retiró la mano como si mi piel quemara, aclarándose la garganta con incomodidad. Permanecimos en tenso silencio unos minutos hasta que volvió a hablar con suavidad...

—Sabes... cuando desperté del hielo, me sentí más solo y perdido que nunca. El mundo que conocía se había esfumado, todos mis seres queridos estaban muertos... No tenía un lugar al cual pertenecer, ni propósito alguno... Hasta que te conocí a ti y a los Vengadores —añadió con una sonrisa melancólica.

—Al principio no podíamos vernos ni en pintura, pero poco a poco fuimos conociéndonos y ganándonos la confianza del otro. Contigo a mi lado dejé de sentirme un extraño fuera de lugar y tiempo. Encontraste la forma de darme un nuevo hogar cuando creí que jamás volvería a tener uno...

Hizo una pausa, desviando la mirada antes de continuar.

—Así que ahora yo quiero hacer lo mismo por ti, Tony. Quiero que sepas que pase lo que pase, no estás solo y siempre vas a tener un lugar al cual pertenecer junto a mí...junto a nosotros —se corrigió rápidamente.

Me había quedado mudo, sin saber qué responder a semejante declaración inesperada. Mi garganta se cerró por la emoción y tuve que respirar hondo varias veces para recuperar la voz.

—Vaya, Steve... no sé qué decir. Eso significa mucho viniendo de ti, en serio. Y tienes razón, al principio no podía ni verte pero ahora ya no imagino la vida sin ti —admití con una risita nerviosa—. Gracias... por todo. Eres el mejor amigo y compañero que he tenido.

Cuando el reloj se detiene; WinterIronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora