eleven

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Los días después de aquella noche que selló nuestra relación fueron los más felices de mi vida. Despertar cada mañana en los brazos protectores de Bucky se sentía como un sueño del que temía despertar.

Nos volvimos prácticamente inseparables, pasando cada momento libre juntos ya fuera en el taller, entrenando o simplemente recostados en el sofá disfrutando nuestra cercanía. Bucky se había vuelto mucho más cariñoso y protector desde que formalizamos nuestra relación, siempre buscando alguna excusa para abrazarme, besarme o simplemente mantener contacto físico inocente.

Sus demostraciones de afecto me derretían el corazón, pero también despertaban mi instinto de querer protegerlo y ayudarlo a sanar esas heridas del pasado. Así que secretamente comencé a investigar maneras de neutralizar los elementos de control mental que HYDRA había implantado en su mente. No quería arriesgarme a que alguien pudiera manipularlo y lastimarlo de nuevo.

Durante el desayuno una mañana le conté la idea de forma sutil, midiendo su reacción.

—He estado pensando... quizás podríamos intentar algunos ejercicios nuevos para ayudarte a recuperar memorias —comenté mientras le pasaba una taza de café—. Tal vez pueda diseñar algo que anule los efectos del lavado de cerebro.

Bucky se tensó casi de forma imperceptible, pero lo conocía lo suficiente para notar su incomodidad. Dejó la taza sobre la mesa, esquivando mi mirada.

—Agradezco la intención, pero no creo que sea posible revertir el daño que me hicieron, Tony —murmuró con pesar—. Temo que tendré que vivir con esto el resto de mi vida.

Tomé su mano, acariciando el dorso para reconfortarlo.

—Hey, no pierdas la esperanza. Si alguien puede ingeniar una solución para esto, ese soy yo. Déjame al menos intentarlo, ¿sí? No me daré por vencido contigo.

Me miró largamente como sopesando sus opciones antes de asentir, dándome el beneficio de la duda. Sabía que en el fondo temía recuperar esos recuerdos traumáticos, pero no podía permitir que HYDRA siguiera controlando su mente.

Los siguientes días trabajé incansablemente, estudiando cada componente de su brazo biónico en búsqueda de la llave que neutralizara su programación. Pasaba horas escaneando el metal con diferentes frecuencias, analizando resultados y haciendo simulaciones.

Bucky me ayudaba en lo que podía, sometiéndose voluntariamente a todas las pruebas que proponía aunque claramente le incomodaban. Su determinación por liberarse de las garras de HYDRA era admirable.

Una tarde mientras revisaba por enésima vez los planos del brazo, sentí sus manos masajeando mis hombros tensos por estar encorvado tanto tiempo frente a la pantalla.

—Llevas muchas horas aquí metido, pequeño —murmuró contra mi oído antes de besar mi mejilla—. Necesitas descansar esos músculos cansados.

Sonreí, girándome para rodear su cintura con mis brazos y atraerlo para un beso más apropiado. Adoraba cuando me llamaba así, era su manera de recordarme que quería protegerme.

Cuando el reloj se detiene; WinterIronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora