HABÍA TRES ELEMENTOS QUE LAS SIRENAS ATESORABAN CON SUMO CUIDADO: sus lágrimas, sus escamas y su sangre. Honestamente, muchas de ellas —especialmente las más jóvenes— no tenían ni idea de para qué se usaban, ya que las leyendas que hablaban de su poder se remontaban a miles de años de antigüedad. No obstante, a todas se las inculcaba mantenerlos fuera del alcance de los humanos.
Anastasia no era una de las sirenas más ancianas. Ni siquiera alcanzaba los cien años. No obstante, la elevada posición jerárquica con la que contaba gracias a ser hija de la diosa del mar le había concedido tener al alcance de su mano cierta información de la que cualquiera de las otras criaturas carecía.
No era una persona estudiosa, pero sí se había interesado lo suficiente por su propia naturaleza como para investigar acerca de las propiedades mágicas de su cuerpo. Además, contaba con la ventaja de que Malia, siguiendo los pasos de su madre, se había interesado una época por la brujería. Gracias a ello, sabía que las lágrimas derramadas por verdadero amor, en conjunto con algunos hechizos u objetos especiales, concedían la inmortalidad. Conocía también que las escamas habían sido empleadas en el pasado para dotar a las armaduras de los guerreros de una mayor resistencia. Sin embargo, no sabía qué podría necesitar Aiden de su sangre. En ese momento se maldijo por no haber hablado más con Malia sobre el tema o, al menos, haberse leído alguno de los libros que tanto le habían fascinado a su hermana.
Mientras observaba cómo el pelinegro, que parecía tener muy claro lo que quería, la miraba expectante, decidió ocultarle a toda costa que él parecía saber más de su propia naturaleza que ella.
—No creo haber dicho nada descabellado —aseguró el ojiazul, cruzándose de brazos—. Solo quiero un poquito. Ni que fuera a matarte.
—Ah, claro, visto así... —ironizó la rubia—. ¿Hay algo más que pueda ofrecerte? ¿Quieres un trocito de la cubierta de mi barco? ¿O que te lo regale entero para que lo capitanees mientras te sirvo uvas? —el hombre esbozó una media sonrisa.
ESTÁS LEYENDO
Entre la espada y el océano | Piratas del Caribe [Jack Sparrow]
FanfictionJack Sparrow era un pirata y, como tal, tenía claro que su corazón debía pertenecer al mar. Era, además, del tipo de personas que no solían medir las consecuencias de sus actos, por lo que no era extraño encontrarle en medio de situaciones complicad...