Capítulo IX | Bienvenida a bordo

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               LOS OJOS OSCUROS DE LA PELIRROJA ESTABAN CONCENTRADOS EN SUS PROPIAS CARTAS. Tanto, que no era capaz de ver que Selina, justo delante de ella, le dirigía fugaces miradas tratando de llamar su atención. Malia parecía extremadamente segura de que ganaría aquella partida, aunque la francesa había aprendido a no fiarse de las expresiones de la pirata cuando había dinero de por medio. Justo a su derecha, uno de sus dos contrincantes miraba a su compañero de manera nerviosa sin tener muy claro qué hacer. Finalmente, decidió apostar diez monedas más. Ahora era el turno de Selina.

El juego se jugaba en parejas y no era demasiado complicado. La dificultad radicaba en que había que saber leer a tu compañero, ya que para ganar, ambos debían tener buenas cartas. Las de la castaña no eran las mejores, pero no podía fiarse completamente de la serenidad de Malia. Si no apostaba, no perderían nada más; pero, si lo hacía y las cartas de la capitana no eran mejores que las suyas, aquellos desconocidos se quedarían con todo su dinero.

Malia evitaba hacer contacto visual para que los hombres no se dieran cuenta de su estrategia. Al percatarse de las pocas opciones que tenía, Selina optó por ser fiel a su instinto y apostar todas las monedas que le quedaban, provocando que la pirata esbozase una leve sonrisa que trató de disimular. Esto dio lugar a que, en el siguiente turno, ambos varones compartiesen una mirada y negasen frustrados con la cabeza.

—Nos retiramos —escupió uno, justo antes de que ambos se levantasen y caminaran escaleras arriba, rumbo a las habitaciones.

Selina jamás había jugado una partida a primera hora de la mañana. Le sorprendió darse cuenta de que, cuando el sol acababa de salir, las tabernas parecían completamente distintas a las que conocía por la noche, pues todo estaba mucho más tranquilo y silencioso. Y, del mismo modo, las personas actuaban de manera distinta. Los pocos hombres que había o bien tenían que lidiar con una resaca y no salían de la habitación, o bien acababan de llegar; por lo que no eran ni la mitad de agresivos ni de valientes. La mejor prueba de esto era que, a pesar de haber perdido, ninguno de los dos piratas había montado ninguna escena.

Entre la espada y el océano | Piratas del Caribe [Jack Sparrow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora