Capítulo XIV | La Perla Negra

429 51 33
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


                LA TRIPULACIÓN ESTABA TAN ALTERADA COMO EL DÍA EN QUE TUVO LUGAR LA TORMENTA. Los piratas se movían rápidamente encargándose de cosas que Selina aún no comprendía del todo. Algunos subían al mástil del barco para poder observar desde mayor distancia, otros se aseguraban de que los objetos de valor estuviesen perfectamente sujetos al barco con cuerdas y, lo que más preocupó a la francesa, fue observar que un tercer grupo se encargaba de preparar los cañones.

Esto último tampoco pasó desapercibido para Elizabeth, quien dirigió una mirada preocupada a su amiga justo antes de agarrar con las dos manos la falda de su vestido para no pisársela y caminar hacia Ana María, quien se había adueñado del timón, con la intención de descubrir qué sucedía.

Selina admiró en silencio a la hija del gobernador. Cuando ella subió al barco con Will y Jack, se había sentido completamente fuera de lugar luciendo su vestido blanco, puesto que se había visto a sí misma como una muñeca de porcelana colocada por error en medio del vasto océano. Sin embargo, Elizabeth, ataviada con su ostentoso vestido rojo —cuyo origen Selina desconocía—, podía comparar perfectamente su actitud segura y decidida con la de cualquiera de los piratas que poblaban el barco.

La castaña era valiente, independiente y segura de sí misma. Sin embargo, no tenía esa iniciativa que sí caracterizaba a Elizabeth. Mientras que la rubia era capaz de hacerse respetar y de dirigir un grupo por el bien común, su amiga disfrutaba más de pasar desapercibida y satisfacer sus propios deseos.

—¿Qué está pasando? —inquirió Elizabeth.

—La Perla Negra. Se está acercando —respondió la mujer pirata, sin despegar las manos del timón que sostenía con fuerza.

Las dos nobles se inclinaron sobre la barandilla del barco para corroborar que aquella información era cierta. Y, tal y como Ana María había comunicado, el navío enemigo se aproximaba hacia su posición con una velocidad asombrosa.

Entre la espada y el océano | Piratas del Caribe [Jack Sparrow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora