Prefacio

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Magnus.

El insoportable ruido proveniente de la garganta de uno de mis próximos prisioneros, hizo que mis oídos ardan, rogando por la paz que, obviamente, aquí no encontraré.

-¡Majestad!-soltó un chillido que solo causó en mi cierta gracia porque sabía que no era lo único que haría cuando lo sentenciara a la horca-¡Se lo suplico! ¡Déjeme ir, soy inocente de lo que se me acusa!

Bostecé. Mostré insensibilidad ante sus ridículas palabras que no causaron ningún tipo de culpa en mi porque como rey, mostrar sentimientos a personas inferiores me volvía débil.

-Williams-llamé a mi consejero quien dió un paso al frente, sus ojos observando al encadenado-¿Qué hizo esa cosa? ¿Qué es por lo que tanto llora tontamente?

-Hurtó los huertos de los pobladores Skragen-respondió, completamente serio.

-¿Solo eso?-inquirí, quería saber más para asi tener razones suficientes para ejecutarlo. Aunque, para ser sincero, no las necesito; solo quiero verlo sufrir.

-Tocó involuntariamente a una joven y la amenazó para que no contara sobre el robo ejecutado.

Temblaba. El hombre arrodillado, con las manos empuñadas y encadenadas, temblaba como si fuese una hoja movida por el viento. Encontré las razones que necesitaba para ponerle fin a esta tortura.

-¡Tú, cómo te llames!-lo señalé.

Abrió la boca y solo logró enojarme.

A mí nadie me interrumpe.
A mí nadie me refuta.

Y es algo que debió tener claro al cruzar esa puerta que vale mucho más que su asquerosa vida.

Un pequeño asentimiento de mi parte, autoriza la bofetada de uno de mis guardias a su rostro.

-Piensa mucho antes de querer refutar a su majestad-advirtió, apretando los dientes.

-¡Ya basta de tonterías!-bramé, notoramente irritado ante esta situación. Pasé una de mis manos por mi rostro, exhausto-Estás sentenciado a permanecer 85 años en el calabozo.

Comenzó a llorar descontrolado, soltando lágrimas agrias por doquier. No inspiró un atisbo de pena o remordimiento, al contrario, disfrutaba su dolor. Se lo merecía por haber lastimado a una pequeña. Solté un sonido pensativo, llamando la atención de los presentes. Debí pensarlo mejor pero aún pude enmendar mi tonto error.

-Tu incesante lloriqueo me ha hecho cambiar de opinión-alzó la vista, esperanzado. Lancé una de mis miradas fulminantes antes de decir:- Mañana, al anocher, serás llevado a la horca por el crímen tan atroz que haz cometido en contra de una jóven de mi reino.

Volvió a llorar. En serio me estresaba este nivel de sensibilidad en críminales como él. Me levanté del trono, sintiendo un pequeño dolor en mi espalda al estar sentado por cuatro horas juzgando a los pueblerinos. Mis guardias se llevaron a ese hombre y solo pude escuchar como rogaba por el perdón que no obtendría de mi, ni de nadie más, porque lo que hizo es imperdonable.

Estaba dispuesto a ir a mi dormitorio para descansar de tan molesto día pero recordé cierta estrategia que debo perfeccionar si debo tomar lo que me pertenece. Giré la manilla de mi despacho, donde nadie entraba si no lo autorizaba. Me senté en la silla frente al escritorio y comencé revisar pergamino por pergamino; dirigí mi atención a lo que verdaderamente necesitaba si deseaba ganar para tenerla. Moví fichas en la mesa que utilizaba como mapa; madera tallada mostrando cada detalle y cada uno de los rincones de este mundo.

El Caos Del Rey #2© [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora