Capítulo 20

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El sabor amargo había vuelto, podía sentirlo en cada roce en mi piel del poco viento que entraba por la puerta; en las llamas del fuego, en el vino pero sobretodo, en la mujer que no dejaba de susurrar barbaridades sin apartar sus iris oscuras de mí y eso lo convertía aún más en un suceso terrorífico y paralizante.

Muerte.

Esa palabra impidió que el contacto llegara más allá de simples roces.

—¿Grat? —inquirió Kassian y se volteó hacia su dirección.

—Muerte—repitió.

—¿Señora? —hablé—¿Se encuentra bien?

—Creo que bebió mucho vino—concluyó el Lord del Oeste.

—No, ella no tocó el cáliz—argumenté.

Ambos nos quedamos sentados a la espera de alguna otra palabra o reacción pero no hubo nada más que un silencio sepulcral. Giré hacia la puerta cuando la brisa se tornó violenta pero lo que despertó una alerta sin razón alguna, fue que el fuego no se apagó ni hizo el amago de hacerlo. Solo creció y creció hasta cubrir por completo la figura de Grat impidiendo poder verla del otro lado.

—Cenizas—susurró.

Sollozó.

—Huesos—otro sollozo.

—Esto no me está gustando, Kassian—susurré al hombre a mi lado—. Siento miedo y un mal presentimiento me lastima el pecho.

—Tranquila, parece estar delirando—dijo—. Llamaré a Cédric.

—¡No me dejes aquí! —le grité cuando se levantó, el temor se notaba demasiado en mi voz. 

Intenté tranquilizarme pero no podía, los susurros entraban por un oído y ahí se quedaban, haciendo un eco que provocaba el renacimiento del escalofrío que era característico de este tipo de situaciones. Kassian hizo caso omiso a mi petición y se marchó en busca de Cédric, dejándome sola con Grat.

—Akthor Keith.

—¿Disculpe?

—¿Puedes ver lo que hay en las llamas? —preguntó y negué despacio—. Míralas. Concéntrate en ellas, niña.

Se levantó y caminó a la velocidad de una tortuga, dándome la oportunidad de verlo por mí misma pero como era obvio, no pude ver nada más que simples tonos anaranjados. Sin embargo, ella no iba a dejar pasar la oportunidad de tomarme por el cuello y acercar mi rostro al fuego que con su calor sentía que quemaba cada poro de mi rostro. La voz no me salía, no la encontraba y mi cuerpo no recibía las señales de alerta de mi cerebro, pidiendo huir y gritar por ayuda.

—No apartes la vista—el agarre aumentó su fuerza—. No te muevas.

—No veo nada. No puedo ver nada—temblé, presa del miedo de que con un simple movimiento más me quemaría.

—¡Concéntrate!

Sentí una de sus uñas enterrarse en la piel de mi cuello y fue cuando pude gritar:

—¡Kassian!

—¡Mira las llamas! ¡Mira las llamas, Akthor Keith! —repitió una y otra vez.

¿Por qué sigue llamándome así?

Dejé de luchar y para ponerle fin a aquella tortura, hice lo que me pidió: concentrarme en lo que se supone que hubiera en el fuego que se volvió negro. Cenizas comenzaron a salir de él y la madera estaba intacta, sin un solo indicio de haberse disuelto por el calor. Sus manos apretaban mi cuello hasta casi dejarme sin aire, abría y cerraba, permitiendo el paso de este; mis manos temblaban y el pecho me comenzó a doler como si mis costillas se estuvieran enterrando en mis órganos.

El Caos Del Rey #2© [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora