Capítulo 8

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La razón principal de esta visita, según se me informó, es pedirle la bendición y autorización a su majestad Skragen de nuestra boda porque los Stark al ser de esta nación y señores de alta cuna, debían solicitar un permiso real para llevar acabo tales celebraciones. 

Ese era el motivo por el que Robert y su primogénito subieron al carruaje, en cambio, mi propósito era diferente. No me importaba el matrimonio o los planes que ellos tuviesen para mi en cualquier aspecto, yo solo deseaba ver a los ojos y tener una larga conversación con el hombre de acciones confusas. El mismo hombre que hizo llorar y sangrar a mi nación. 

Magnus. 

Su nombre resonaba en mis más hermosos sueños y en las más terribles pesadillas. Sin yo quererlo, ahí estaba, atormentándome. Recordándome que haga lo que haga, no podré ganarle. Su fuerza es mayor que la mía y su ejército aún con más hombres que los de mi padre. Pero necesitaba algo, quería saber y entender porqué hizo aquello que terminó por destruirnos, por destruirme. 

Era absurdo entre más lo pensaba porque él acaba de llegar a mi vida hace unos meses atrás y sin conocerlo, despertó tantas sensaciones extrañas que me obligué a desaparecer porque no es lo correcto, no es lo que yo debía sentir. Estaba confundida, encerrada y hundida en la miseria de mi vida que necesitaba sentirme viva, cerca de la libertad y escogí aquello prohibido. 

Ahora tenía que enfrentarlo, y ya no era la misma de aquel día que cruzamos por primera vez. Mis ojos ya no brillaban cada que me veía en el espejo, estaba más delgada y mi alimentación poco a poco se disminuía a pequeños trozos de pan y agua; mi rostro se veía tan pálido que parecía un cádaver y las ojeras bajo mis pestañas inferiores eran tan oscuras que aterraban. Y lo peor de todo mi aspecto, era aquello que ocultaba con guantes de ceda y color oscuro: las cicatrices. 

Esas marcas en mis manos eran mi mayor inseguridad cada que salía y olvidaba los guantes, sentía que me miraban y se burlaban de mi aspecto, de lo que ellas significaban y crecían murmullos a mi alrededor que me hacían correr de vuelta a mi habitación para esconderme de los ojos que comían cada parte expuesta de mi. Me aseguré de que Lizzie cubriera las ojeras y le diera vida a mis ojos con sus trucos con el maquillaje, era algo que le envío su madre del este. 

Quedé impresionada de mi aspecto, nada me asustó al mirarme en el espejo y pensé que podría usarlo y decirle que me enseñara que producto usar en mi rostro. En ese instante, pude reír y aprender un poco más de aquello desconocido que llamó mi atención. Definitivamente, sería mi nuevo pasatiempo favorito. 

Al bajarnos del carruaje, vislumbré el palacio Skragen y me impresionó como la primera vez; ese día que escapé de Eastford y terminamos en problemas en la nación enemiga. Esperamos los tres a que Charles bajara las escaleras para recibirnos cordialmente con una mirada agradable, aquellos dos ojos viejos se posaron en mi, cambiando la emoción que expresaban y Robert al notarlo se interpuso entre ambos, tan pronto que ni el consejero alcanzó a saludarme. 

—Sean bienvenidos, mis Lords y mi Lady—respondí con un asentimiento. Subimos las escaleras y entramos al vestíbulo—Los guiaré al despacho. Su majestad está por terminar una reunión importante, espero puedan entender y disculpar su demora. 

—No se preocupe, señor. Comprendemos que el rey está muy ocupado en sus planes y no es de extrañarse—dijo Robert, fingiendo tranquilidad para después cambiarla por impaciencia— pero dile que estamos aquí y que no tengo mucho tiempo que perder. 

Charles no se movió de su puesto ni titubeo, solos se quedo ahí con los ojos fijos en Robert. Él sabía que no podía desobedecer las ordenes impuestas por Magnus y mucho menos bajo el techo de su palacio y el que un hombre ajeno a la corona que sirve le haya dado instrucciones de que decirle a su rey, pareció no agradarle en absoluto. 

El Caos Del Rey #2© [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora