Capítulo 21.

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Una cantidad de cinco guardias no se despegaron de la puerta toda la noche, custodiando los pasillos en medio de la oscuridad y turnándose para dormir al menos veinte minutos cada uno. Se esforzaron para mantenerme a salvo, protegerme de los peligros que acechan en la noche para que despertara sin preocupaciones de lo que pudiera pasar.

Y sí, fueron órdenes del rey.

Desperté como todos los días cuando Lizzie entró a la alcoba y comenzó a llamarme con esa voz suave, alistó la bañera y seguí la rutina de cada mañana, nada interesante. Comí y escuché el montón de pasos y risas que venían desde detrás de la puerta, ellos tenían que ir a descansar, no era justo que los cinco se mantuvieran de pie toda la noche por lo que yo consideraba nada.

—Liz, ¿Sabes sí desayunaron? —le pregunté a mi doncella mientras trenzaba mi cabello.

—No, alteza. Comerán cuando usted baje a saludar a los reyes—informó.

—¿Fue mi padre quién dió la orden?

—Sí, alteza—confirmó.

Lo sabía pero tenía la necesidad de comprobarlo. Estaba cien por ciento segura de que se debía a lo que dijo ayer en la sala de audiencias porque no podía ser simple casualidad oírlo hablar de proteger a alguien y que amaneciera con cinco hombres custodiando mi puerta. Además de volver mi habitación sonora, eso ya lo tomé como exageración. 

Abrí la puerta cuando Lizzie terminó con el peinado y los hombres se pararon firmes sobre la alfombra, sus ojos estaban decaídos y sus párpados luchaban por no cerrarse. Me dirigí hacia Josiah, el principal encargado de mi seguridad.

—¿Fue una larga noche?

—Para ellos, sí—respondió—. Tres de ellos no están acostumbrados a los turnos tan extensos, mayormente se cambian los puestos y se turnan para descansar, a excepción de anoche, que ninguno durmió más de unos minutos. Me esforzaré para que puedan soportar más, alteza, no le fallaremos.

—Diles que puedan ir a comer y después dormir cuanto necesiten pues supongo que esta noche estarán de guardia una vez más—pedí.

Asintió y se giró hacia ellos para dar la orden.

Los tres que había mencionado soltaron suspiros de alivio y agradecieron al cielo en una disimulada expresión de alegría marchándose y dejándome sola con Josiah y Allan.

—Ustedes dos también. Han hecho suficiente.

—No podemos abandonar nuestro puesto, alteza—dijo Allan—. Son órdenes del rey.

—Vamos al comedor, así podrán desayunar y no abandonar sus puestos—dispuse.

Caminé con los dos soldados y mi doncella tras mi espalda en un apresurado intento de no encontrarme con mi padre o que los tres soldados se habían tropezado con él en su descanso. Atravesamos el pasillo de los retratos y ahí estaba Lorient observando el mismo cuadro: el de mis bisabuelos pero su vista estaba en la primera monarca con mi nombre. Miré sobre mi hombro a las tres personas.

—Sigan hasta el comedor, hablaré con él—ordene en un murmullo para después dirigirme hacia el consejero—. Buenos días, Lorient.

 Se giró hacia mí con las manos en la espalda.

—Buenos días, princesa—respondió.

—Veo que tienes más fascinación por ese cuadro que cualquiera en este palacio—me acerqué. 

Volvió la vista hacía la pared, ignorando lo que dije.

—Escuché que tienes interés en continuar con tus lecciones de Karthor, ¿es eso cierto?

El Caos Del Rey #2© [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora