Convivencia sana

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Después de aquella noche, ambos prometieron ceder de a poco e intentar llegar al altar al menos como amigos, pasaban las tardes juntos hablando de la vida que llevaban antes, los sueños que tenían para su futuro y los que esperaban cumplir aún casados.

María, riendo: Entonces, Fig ¿te aterra?

José, algo avergonzado: sí, entiendo que es tonto pero verdaderamente es aterrador estar rodeado de burros.

María: me imagino que sí.

José: y que me dices tú ¿Tienes algún miedo así? 

María, en broma: Tengo miedo a que mis hermanas me hagan el vestido de novia, si te soy honesta.

José, riendo de su comentario: Me temo que tus pesadillas se harán realidad, pero ya en serio, (con humor) No voy a protegerte de un ejército de burros pero quisiera saber si tu puedes matar a las arañas.

María, dandole un pequeño empujón: ¿Matar arañas? ¿Qué te pasa? Son criaturas vivas y creadas por Dios, sería un pecado matarlas.

José, riendo: eres increíble, María.

María: Tendrás una esposa increíble.

José: y poco modesta.

Ambos se atacaron a reír, cuando se inclinaron sobre la mesa de la cocina esta se tambaleó, llevaba semanas mal pero los padres de María no le daban importancia.

José, moviendo la mesa: y ¿eso?

María: lleva un tiempo así, ya nos acostumbramos a no empujarla demasiado.

José, revisando su bolsa: Déjame ver (tomando una cuña) sí, es una solución provisional. Pero mañana podría pasar al mercado antes de venir aquí y traer madera para ajustar bien la mesa.

María: ¿Cargas eso a todos lados?

José, agachándose para ver cual era la pata que la necesitaba: es tonto, lo sé...

María: ¿De qué hablas? Es ingenioso y realmente precavido. Puedes ir por la vida reparando lo que se te atraviese.

José, acomodando la cuña: no te burles de esto.

María: Lo digo en serio, me parece maravilloso que puedas resolver ese tipo de problemas.

Las heridas que José cargaba consigo gracias a, como lo llamaba María, ser precavido empezaron a sanar, ella era la primera persona que veía eso con utilidad y practicidad, los demás siempre lo vieron como algo raro y que juzgarle, pero a ella le maravillaba.

José, levantándose: bueno, ya quedó. Mañana mismo pasaré por madera, no sabrás el tipo ¿O sí?

María: no, pero si a mi padre no le importo que se tambalease, menos le importará que una pata sea de una madera distinta a las demás. Gracias, José.

José: siempre es un placer ayudar y es la primera vez que me sale bien.

Ninguno lo decía, pero ya eran amigos, ambos se sentían cómodos el uno con el otro y realmente disfrutaban conocerse y tener una pequeña rutina.

José: y ¿Por qué quieres ser maestra?

María, sorprendida: Eres la primera persona que me lo pregunta. Mi padre pasó un tiempo considerable enseñándome las escrituras, tenía paciencia conmigo y a mí siempre me gustó aprender. Era diferente su forma de explicarlas y después de pasar tanto tiempo con él, me empecé a crear la idea de hacer lo mismo algún día. (Entusiasmada) podría mostrarte (arrepintiéndose) aunque ya sabes las escrituras...

José, animándola: Por favor, deme una clase, maestra.

Los ojos de María se iluminaron al oír esas palabras, se levantó emocionada por sus escrituras y regresó a la mesa, comenzó desde el principio con la creación del mundo explicando poco a poco cada lectura que hacían, José disfrutaba verla explicarle, él conocía bastante bien las escrituras pero hacia como si no supiera absolutamente nada al respecto, le preguntaba sobre cada mínimo detalle para que ella desglosara a su gusto e hiciera lo que siempre había querido.

El Evangelio perdido (Fanfic de Journey to Bethlehem)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora