3

24 3 0
                                    

A la mañana siguiente, luego de quedarse en la casa de Yuri, el japonés despertó al sentirse un poco aplastado por algo. Tras abrir los ojos se dio cuenta de que tenía un pie muy cerca de su rostro. Con un poco de fuerza movió lo que lo aplastaba para luego sentarse y observar la habitación, a su alrededor, dándose cuenta de que el rubio estaba al revés, con la cabeza hacia los pies y doblado de una forma que no creía lograr imitar.

—Yura.

Le habló con voz bajita, como si tuviera miedo a despertarlo.

—Yura.

Volvió a decir, pero esta vez moviéndolo un poco.

—¡Yura!

Dijo más fuerte, empujándolo y botándolo de la cama, al ver qué este no se despertaba para nada.

Lo último que escucho fue un “¡Ouch!” antes de correr fuera de la habitación a encerrarse en el baño. Seguramente al adolescente no le había  hecho mucha gracia despertar de aquella manera y querría venganza.

Yuri simplemente se levantó medio dormido aún, viendo que el azabache ya no se encontraba ahí. Pensó que tal vez estaba apurado por ir al sanitario así que no le tomó demasiada importancia. Asumió que si estaba en el suelo era porque se había caído por su propia cuenta, ya que no era la primera vez que le pasaba.

—Oye cerdo, apresúrate que también necesito entrar.

Habló con voz adormilada, apoyando su espalda en la pared junto a la puerta del baño y cerrando los ojos por unos segundos.

Para Yuuri fue un alivio no escucharlo enojado, dio un suspiro y procedió a hacer sus necesidades para después lavarse las manos y arreglar un poco su cabello, ya que no quería que el rubio lo viera así.

Salió del lugar encontrándose a un lindo Yuri despeinado. El japonés pensaba que incluso así era perfecto.

—bu- buenos días —saludó ya que era de mala educación no hacerlo.

—buen día —respondió, pasando por el lado del infante y revolviéndole el cabello, arruinando el peinado improvisado.

Yuuri fue a la habitación a cambiarse de ropa y ordenar su mochila. No sabía a qué hora debía volver a casa, pero esperaba que no fuera pronto. Pasar el tiempo con el ruso le gustaba, aún si había veces en que solo permanecían en silencio escuchando la música que Yuri ponía.

Nikolai avisó que el desayuno se encontraba listo y los Yuris bajaron, sintiendo un aroma dulce que lograba hacer gruñir sus estómagos. Grata fue su sorpresa al encontrarse con hotcakes sobre la mesa, se veían realmente apetitosos, y seguramente así era, ya que el abuelo cocinaba demasiado bien.

—Gracias por la comida —dijo Yuuri, agradeciendo como le habían enseñado en casa.

Nikolai le sonrió, gustoso de tener a un niño tan educado en su mesa mientras Yuri solo se dedicaba a devorar lo que había en su plato.

—Puedes venir cuando gustes Yuuri. Eres bienvenido a quedarte a dormir.

El menor se sintió feliz tras aquellas palabras que salieron de la nada mientras comían y es qué, además de sentir que quería demasiado al rubio, tenía un gran aprecio por el abuelo de este.

—Muchas gracias —respondió sonriendo y con la boca manchada debido al jarabe dulce que le había puesto a su desayuno.

—Ven aquí —le dijo el rubio con voz fastidiada mientras tomaba una servilleta y limpiaba la boca del menor—. Estas sucio, quédate quieto.

Yuuri simplemente se dejó hacer. Le hacía feliz recibir la atención de Yuri, aunque lo tratara como un niño pequeño.

Aquel sábado transcurrió normal, solo que las cosas que hacía en su casa ahora las estaba haciendo ahí.

Primer amor (Yuyuu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora