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—Mami —habló Yuuri luego de haber estado en la casa del ruso— ¿Dos hombres pueden enamorarse? —le preguntó algo avergonzado por hablar de ello con su progenitora.

Hiroko simplemente le sonrió y acarició su mejilla, quería que su hijo entendiera que con ella podía hablar de cualquier cosa, sin miedo o vergüenza.

—Sí, cariño. Amor es amor, siempre que haya respeto entre ambos.

Yuuri sonrió ante las palabras de su madre. Respeto significaba no obligar a alguien a hacer algo que no quería, entonces podía quedarse tranquilo porque Otabek realmente no amaba a Yuri, porque él no lo había respetado; según su percepción de las cosas. Pero entonces, eso significaba que Yuuri si amaba al rubio.

El pequeño japonés se quedó pensando en ello largo rato antes de quedarse dormido, dando vueltas en la cama y pensando que cuando creciera entonces podría preguntarle a Yuri si también lo amaba.

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A Otabek lo mataban los nervios, aunque no lo demostraría. No por orgullo, sino porque no era de los que externalizaba su sentir, el hecho de besar a Yuri había sido luego de tomar el valor necesario y lo besó porque era en ese momento o nunca. Si no hubiese actuado rápido, jamás se habría confesado.

—Creo que no puedo aceptar tus sentimientos… todavía —respondió un poco sonrojado. Yuri no tenía problema con si era un chico o una chica, aunque jamás había pensado detenidamente en las relaciones a pesar de tener dieciséis— no sé… si tal vez mas adelante eso cambie.

La respuesta sonó sincera y Otabek entendió que Yuri necesitaba tiempo para pensar bien y con detenimiento el asunto. Por su parte, sus sentimientos no cambiarían y esta situación le daba la oportunidad de demostrar que podía ser la persona adecuada para el rubio.

—Entiendo, no voy a presionarte, Yura —le habló con voz calmada mientras pensaba en que ese niño había tenido razón— solo sigamos como amigos y si en algún momento sientes algo más, házmelo saber.

El rubio respiró aliviado de haber aclarado el asunto, no quería dejar de ser amigo de Otabek simplemente porque este se había declarado. Asintió con la cabeza, dando a entender de qué haría lo que le pedía.

El resto de la jornada pasó con normalidad, ambos se comportaron como si nada hubiese pasado, pero estando conscientes de que si había sucedido. Compartieron el almuerzo, conversaron y jugaron como hacían habitualmente.

Por alguna razón, Yuri quería volver a casa pronto y pasar tiempo con el cerdito, era como si se sintiera culpable en ocasiones por prestarle demasiada atención a Otabek.

Ese día fue solo a su casa, encontrándose con un Yuuri muy serio en su habitación. El rubio alzó una ceja al verlo sentado en la silla, observándolo con los brazos cruzados como si fuera un adulto que quiere hablar de algún tema importante.

—Yura, tenemos que hablar —le dijo el pequeño japonés y el rubio evitó reír.

—Te escucho, cerdo, ve al grano —respondió mientras dejaba su mochila sobre la cama, para luego sentarse sobre el colchón y prestarle atención al menor.

Yuuri se acomodó mejor, poniendo las manos sobre sus piernas y mirando fijamente al rubio.

—Yo te respeto —le dijo con seriedad y el ruso no supo que responder, puesto que no entendía a qué venía aquello— y Otabek no lo hace —prosiguió, hablando pausadamente como si estuviera ordenando sus ideas para poder decirlas en voz alta— mi mamá dice que si alguien te ama, te respeta y yo… yo te respeto.

—Espera —lo paró de inmediato el rubio viendo hacia dónde se dirigía esta conversación— ¿Te estás confesando? —Yuuri negó con la cabeza— ¿Entonces qué?

Primer amor (Yuyuu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora