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Los días con Yuri eran los mejores. Su madre constantemente le preguntaba a Nikolai si no era una molestia que su hijo pasara tanto tiempo en su casa, q lo que el mayor siempre sonreía para luego responder: “para nada. Yuuri es un buen muchacho”.

Hiroko se sentía tranquila al saber que su hijo tenía un amigo, aún si este no era de su edad. A ella siempre le había preocupado la idea de que su Yuuri no compartiera con nadie y se guardara todo para el mismo, por lo que se sentía agradecida de qué, vecinos como los Plisetsky, llegaran a vivir a su lado.

Yuuri se sentía muy a gusto en el cuarto del rubio, podía hacer lo que quería tranquilamente sin tener que escuchar los insultos de Nishigori o aguantar que Yuuko siempre le preguntara por la escuela y si tenía amigos. No le gustaba hablar de eso con ella, porque no quería preocuparla. Con Yuri era distinto, porque este le entendía y no preguntaba más de lo que debía, además de que jamás lo miraba con lastima o pena. Su amigo rubio siempre lo trataba como un igual y le decía lo que pensaba directamente.

—¿Otra vez aquí?

Aquella frase era cosa de todos los días en qué había clases. Yuri llegaba después que el pequeño azabache por lo que el japonés usualmente lo esperaba desde minutos antes en su habitación

—Tienes tu propia casa, ¿sabes?

Lo fastidiaba con rostro enojado solo para ponerlo nervioso, una vez que lo lograba le sonreía a medias y le revolvía el cabello.

—Si no quieres que venga, entonces ven tú a mi casa —respondió esta vez Yuuri inflando infantilmente sus mejillas. Aquello había sido extraño, normalmente se ponía nervioso y tartamudeaba.

—¿Ir yo? ¿Y para que quiero ir a una casa llena de mocosos molestos? —respondió tirándose en la cama mientras el menor se encontraba sentado en la silla giratoria junto al escritorio— contigo me basta y el abuelo me regañara si te digo que te vayas así que… —se levantó solo para presionarle las mejillas con sus índices logrando que botara todo el aire acumulado en ellas— deja de enojarte y sé agradecido. Eres el único que acepto que venga.

“El único”, aquellas palabras lo hicieron sonrojar al instante a la vez que su corazón latía con fuerza. Si lo pensaba detenidamente, jamás había visto a alguien más junto a Yuri y eso que lo conocía desde hace algún tiempo, eso significaba que tal vez ambos eran iguales y solo se tenían el uno al otro. Se sentía tan feliz de solo pensar en eso.

—Cuando las vacaciones lleguen... seguiremos viéndonos, ¿verdad? —preguntó de repente, su excusa para ir a la casa del rubio siempre eran los deberes escolares por lo que los fines de semana no pasaban tanto tiempo juntos a no ser que le hubiesen enviado tarea.

—Somos amigos, ¿no? —nuevamente se tiró a la cama y, cómo siempre, palmeó el lugar junto a él para que Yuuri se sentara ahí. Era como un cachorro, puesto que dejaba que le acariciara la cabeza.

Aunque nunca había sido mucho de perros ya que le gustaban más los gatos, este cachorrito era la excepción a la regla.

Yuuri asintió con la cabeza y se apresuro a ir a su lugar en la cama, sentándose junto a Yuri quien estaba recostado.

—Somos amigos —confirmó.

—Entonces, no necesitas excusas para venir a verme. Solo debes venir.

Esas palabras alegraban el inocente corazón del japonés. Eso significaba que el rubio lo quería ahí, que no era solo un niño que causaba molestias en aquel lugar.

—Permiso.

La voz de Nikolai se adentró en la habitación captando la atención de ambos Yuris. El abuelo se enternecía de que su nieto se llevara tan bien con el niño de al lado.

Primer amor (Yuyuu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora