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Yuri mordió sus labios evitando así ser imprudente y adentrarse en la habitación para interrumpir aquella conversación que debía ser secreta para sus oídos. Si alguien le preguntaba cómo se sentía en ese momento, él respondería con una pregunta ¿Qué debería sentir? Porque ni él mismo lo sabía. En su interior había una mezcla de muchas cosas: Yuuri era un niño, su vecino y alguien muy importante en su vida; él era un adulto y se suponía que sentimientos más allá de un "querer" no podían surgir por un menor. Se sentía desplazado de algún modo, pero ¿qué esperaba? En algún momento Yuuri iba a encontrar más personas que le agradaran, nuevos amigos y gente que llamara su atención y lo atrajera, era normal y parte de la vida.

El rubio apoyó su espalda contra la pared, junto a la puerta de la habitación del azabache mientras seguía manteniéndose al margen de lo que pasaba en el interior de esta. Seguía con la bandeja llena de aperitivos en sus manos los cuales comenzaban a temblar levemente por enojo y un poco de miedo. No le gustaba esa sensación de sentirse apartado. Su padre prefería al trabajo antes que él —siempre pudo vivir con eso porque Nikolai estaba a su lado—, luego llegó Otabek y este también lo reemplazó con nuevos amigos y ahora Yuuri...

Quería ser egoísta. Si quería podía manipular la mente del menor para que se alejara de otros, pero él no era esa clase de persona. Solo estaba celoso, molesto y triste.

—Sí, pueden gustarte dos personas —respondió Otabek con su tono serio— pero amar y gustar no es lo mismo. Lo sabes, ¿no?

Yuuri asintió inmediatamente, claro que lo sabía. Desde que conoció al rubio sintió algo inexplicable, en cambio cuando conoció a Víctor solo sintió que su forma de ser lo atraía; no podía expresar con palabras la diferencia entre sus sentimientos por uno y por otro, pero sí sabía bien que algo le pasaba con el platinado.

—Beka, ¿aún amas a Yura? —preguntó con inocencia el menor— ¿Ustedes terminaron porque también te gustaban dos personas?

Tenía la necesidad de saber cosas que para él eran, en cierto modo, prohibidas por ser temas de conversación de grandes.

Afuera de la habitación el rubio puso mayor atención, quería saber aquello, necesitaba escuchar lo que Otabek tenía para decir, aunque sabía que lo más probable era que endulzara la verdad al estar hablando con Yuuri.

—Quiero a Yura, aunque ahora como un amigo —respondió el moreno— y no. No me gustaron dos personas, solo era Yura.

Por alguna razón aquello alivió un poco el corazón de Yuri, el hecho de saber que Otabek no se sintió atraído por alguien más mientras estaban juntos y el saber que su relación simplemente terminó porque era necesario, lo dejaba más tranquilo y ahora solo le quedaba pensar que con Yuuri era lo mismo. El japonés necesitaba más amigos, relacionarse con más gente aun si a él lo ponía celoso y molesto.

— ¿Qué tanto hablan? —preguntó Yuri entrando repentinamente en la habitación y logrando que Yuuri se sobresaltara por estar conversando algo que era secreto.

—Nada —respondió al instante el menor mientras se alejaba del computador portátil como si ahí estuviera la evidencia de todo.

Se despidieron de Otabek para poder comer con tranquilidad y dejarlo con su amigo. Tal vez ellos estaban molestándolo de alguna manera al interrumpirlo.

Yuri no mencionó lo que había escuchado, iba a ser un observador silencioso por el momento, así que estaba decidido a acompañar a Yuuri cada vez que este quisiera ir a la casa de Víctor o si este decidía visitar a su cerdo.

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La visita a la casa de Víctor llegó pronto, con la dirección en la mano y perdiéndose un par de veces en las calles, los Yuris lograron llegar al lugar donde el japonés se divertiría mientras el ruso solo podría maldecir mentalmente su suerte, la suerte que él mismo se había armado con tal de mantener a Yuuri vigilado.

Primer amor (Yuyuu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora