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Yuri visitó al pequeño japonés todos los días, prohibiéndole a Otabek que lo acompañara a casa porque tenía algo importante que hacer.

—¿Más importante que estar conmigo? —le preguntó el moreno luego de ser rechazado durante tres días seguidos.

El rubio se quedó pensando un momento, jamás lo había analizado, era como si le estuviera haciendo elegir entre ellos cuando para él ambos eran sus amigos, aunque de manera distinta, ya que no podía tratar a Otabek como un niño como hacía con el menor, y no podía tratar a Yuuri como alguien de su edad como hacía con el moreno. Los quería, pero de diferentes maneras.

—En este momento, “eso” que debo hacer es más importante que cualquier cosa —respondió con seriedad esperando que su amigo entendiera.

Otabek se rindió de pedirle ir a su casa o invitarlo a la propia, así que simplemente le pidió a Yuri que le avisara cuando podrían verse después de clase y este accedió.

Yuri sabía que Otabek tampoco tenía más amigos, que solo se tenían el uno al otro a la hora de socializar y hablar de sus problemas, pero si debía priorizar, Yuuri iba primero puesto que él no podía levantarse para ir a su casa y tampoco dejaría que Otabek lo acompañara a visitar al menor cuando sabía que este se sentía celoso de su nuevo amigo. Porque lo sabía, sabía bien que Yuuri quería acapararlo, pero él no iba a ceder ante los caprichos de un mocoso, así que lo único que podía hacer era demostrarle al menor que para él era importante su amistad.

Las clases terminaron y Yuri se apresuró para ir a dejar su mochila en casa, saludar y despedirse de su abuelo, para luego ir a la casa de al lado.

Yuuri ya estaba mejor, aunque aún no podía ir a la escuela y su sobreprotectora madre no lo dejaba salir de casa por miedo a una recaída, así que el día anterior le había llevado su consola y le había pedido permiso a Hiroko para llevar el televisor pequeño que tenían en el comedor a la habitación del japonés. Por supuesto que ella aceptó, ya que eso significaba que su hijo se quedaría en cama guardando reposo.

—Muchas gracias, Yurio, por venir a visitarlo. Él se pone muy feliz cuando te ve —le dijo ese día la mujer con rostro amable.

Por supuesto que a Yuri no le gustaba para nada ese apodo, pero si era Hiroko quien lo llamaba así, podía soportarlo, ademas lo hacía para distinguirlos.

—No hay de qué —respondió algo apenado y subió a ver al menor.

Al entrar en la habitación pudo escuchar una discusión. Takeshi al parecer le había quitado el control a Yuuri y no quería devolvérselo, Yuuko no se veía por ningún lado así que supuso que hoy no estaría en esa casa. Cuando entró y el chico robusto lo vio, soltó el joystick de inmediato, puesto que no era la primera vez que molestaba a Yuuri y el ruso llegaba, quien al ser más alto se veía imponente y más con su expresión enojada.

—Sal de aquí —fue lo único que le dijo Yuri mirándolo fijamente y el pequeño cobarde se apresuró a salir de la habitación.

Yuuri volteó el rostro para que el rubio no lo viera llorando, no quería que le dijera “llorón” como siempre hacía.

El ruso simplemente se sentó junto al otro y soltó un suspiro para luego revolverle el cabello logrando que este volteara a verlo

—Lo siento.

—¿Por qué te disculpas tú? —Preguntó sin entender— ese mocoso es quién te debe una disculpa, tú estás en cama y ni así deja de fastidiar. Juro que quiero lanzarlo por la ventana.

El azabache soltó una pequeña risa al imaginarse a Takeshi volando hacia afuera, la mente de los niños iba demasiado rápido

—Lo siento por ser llorón —volvió a decir ya más calmado.

Primer amor (Yuyuu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora