Álvaro

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Después de que Lucas se fuera, ambos nos quedamos en silencio sentados observando el lago.

—Me gusta mucho este sitio. — Dije.

—Te he querido traer porque me parecía un lugar bastante tranquilo y aún me acuerdo del sitio al que me llevaste las primeras veces que hablamos.

Le sonreí y seguimos disfrutando de la calma en silencio.

—Oye, ¿Te apetece bañarte?—Le pregunté.

Paul me miró con los ojos muy abiertos y comencé a reírme por su expresión.

—Me refiero en el lago y con bañador, tranquilo.

—Ya, si lo sé.

—Seguro que estabas pensando en eso, sí. Bueno yo voy a meterme.

Fui a la caravana para cambiarme y cuando regresé al lago pude ver cómo Paul me dio un repaso con la mirada de arriba a abajo.

Yo sonreí victorioso y Paul apartó la mirada avergonzado.

Sin pensarlo dos veces me metí al agua y sentí su mirada a cada paso que daba.

Me giré para mirarle y él aún estaba sentado sonriéndome en el borde. En ese momento una idea se me pasó por la cabeza, y aunque sabía que probablemente me mataría si lo hacía, ya no había vuelta atrás.

—Oye, está muy fría el agua, creo que me voy a salir.— Le mentí.— Paul, ¿Puedes ir a por mi toalla?

Tal y como le pedí, Paul se levantó a por mi toalla y cuando me la dio la tiré al suelo asegurándome de que no caía al lago y arrastré a Paul conmigo hacia el lago.

—¿Qué haces?¿No ves que tengo ropa puesta?

—Da igual, se secará. Solo estoy asegurándome de que tú también disfrutes, y sabía perfectamente que si yo no te tiraba, tú no lo ibas a hacer.

Llegamos una de las partes más profundas del lago. Paul que al principio estaba rígido, poco a poco se fue relajando cada vez más.

Aún lo tenía agarrado del brazo y aunque mi mente pensaba en soltarlo, mi cuerpo pensaba todo lo contrario. Así que nos quedamos así por un buen rato.

—Paul—Le susurré.— perdona por haberte mareado tanto, nunca quise hacerlo.

—No te preocupes, todo está bien. Perdóname tú a mí por no haberlo sabido gestionar.— Contestó en el mismo tono en el que le había hablado.

La conversación se había vuelto más seria de repente y empezaba a sentir el ambiente cada vez más cargado.

Sin darnos cuenta, estábamos cada vez más cerca el uno del otro. Antes de que mis pensamientos fluyeran por una dirección que no quería, me separé de él y le salpiqué la cara con agua.

Paul se quedó quieto por un segundo y luego hicimos contacto visual, tenía una expresión de diversión que rápidamente se le contagió a él. Sabía que aún no era el momento de tener una conversación como la que habíamos estado a punto de tener, así que me encargué de desviar la atención a otro lado.

— Álvaro Mayo te vas a enterar.— Dijo intentando salpicarme de vuelta.

Estuvimos todo el tiempo jugando en el agua como dos niños, de vez en cuando habían pequeños roces que hacía que toda mi piel se alterase, pero prefería ignorarlas en ese momento porque sabía que me iba a tener que enfrentar a hablar con él en algún momento sobre todo eso y no quería estropear lo que estábamos creando en esas aguas.

Me acordaba perfectamente de lo que le había dicho a Paul en su casa, pero sabía que tal vez no era el momento. Al menos me alegraba de que eso hiciera que ahora estuviéramos aquí.

Nos salimos del lago y cuando me giré a ver a Paul me lo encontré tiritando.

—¿Enserio estás tiritando? Pero si se está bien.

Paul me miró con cara de pocos amigos y yo no pude evitar reírme.

Vi la toalla en el suelo con la que lo había engañado antes y entonces se me ocurrió otra de mis maravillosas ideas.

Me acerqué a por la toalla y me acerqué a Paul asegurándome de arroparnos a los dos con ella.

Me miró sin saber muy bien que decir debido a la repentina acción que había hecho, yo simplemente disfruté del momento.

—Deberías quitarte la camiseta, así no te vas a secar nunca.—Le dije.

—No he sido yo al que se le ha ocurrido la maravillosa idea de meterse al lago con ropa.

—Sin embargo has sido el único que lo ha hecho.

—Odio muchísimo que sepas tan bien lo que haces.— Dijo intentando poner distancia entre nosotros, por desgracia no logró lo que quería.

—No tires tanto, que ya de por sí es complicado estar en la misma toalla como para que ahora lo hagas más difícil.

—Yo no he dicho que quisiera estar en la misma toalla que tú.

—Encima que lo hago para que no te resfríes. —Paul me volvió a lanzar una mirada fulminante, lo cual era aún más gracioso teniendo en cuenta la distancia casi inexistente que había entre nosotros. —Venga, vamos a la caravana y nos cambiamos.

—No me pienso cambiar delante tuya.

—Tranquilo, te espero fuera.

Ambos fuimos caminando hacia la caravana al mismo ritmo para que la toalla no se cayese, y tal y cómo le dije, le esperé fuera.

Después de que ambos estuviéramos cambiados, nos pusimos a dar un breve paseo por los alrededores.

—Ha sido muy agradable el día de hoy, me lo he pasado genial.—Le dije.

—Te lo debía.

—Al contrario, te lo debía yo a ti.

—Creo que no sirve de nada que siempre tengamos esta misma conversación, mejor pensemos en que nos lo debíamos a nosotros.

Asentí y le sonreí, se estaba haciendo de noche y eso significaba que cada vez quedaban menos horas a su lado. Menos horas para decirle todo, menos horas para dejarle ver mi corazón.

—Deberíamos cenar ya, ¿No?— Preguntó.

—Sí, vamos. —Le respondí un poco cortante porque los nervios empezaban a invadirme.

Paul pareció no darse cuenta de cómo estaba en ese momento, y en parte lo agradecía porque no quería estropear el día.

Habíamos estado muy agusto y ambos sabíamos que habían sentimientos por parte del otro, pero ¿Por qué no nos atrevíamos a hablar de ellos?

Quizá era el miedo de que al pronunciar las palabras, todo se volviera más real, ninguno queríamos hacernos daño, y lo sabía, creo que por eso evitabamaos tanto hablar del tema.

Nunca se sabe cuándo el sol va a cambiar a la lluvia y cuando la lluvia va a cambiar al sol, simplemente ocurre, y creo que eso es lo que da más vértigo pensar.

Aún así, con todo el miedo que aún estaba presente, decidí que era el momento de hablar con él.

—Paul...— Dije bajando el tono.

Como si supiera perfectamente de que quería hablarle, asintió y miró para el horizonte. Estábamos sentados en el mismo lugar donde empezamos esta mini excursión, y sentía que no podía decírselo en otro lugar.

—Lo sé mi niño, por eso te he traído aquí. —Sonrió de lado.

No tenía que pasar nada malo, lo sabía, pero aún así sabía que esto era un paso muy importante y que lo cambiaría todo entre nosotros. Pero estaba dispuesto a arriesgarme y luchar por él.

Cuando pasan cosas maravillosas es cuando te arriesgas, y yo no iba a ser un cobarde. No con él.









Las palabras que siempre te quise decir | Alvaul / Polvorones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora