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Zee lo dejó en la cama con delicadeza. NuNew rodó hacia un lado para abrir el cajón de la mesilla y sacar las vendas y las esposas.

—Átame. No me importa —le dijo dándoselas.

« Por favor. Átame y fóllame antes de que me muera de deseo» .

NuNew había perdido el control de la mente y del cuerpo, y jadeaba extasiado. Como ese cuerpo musculoso y ardiente no lo poseyera en cuestión de segundos, se iba a poner a chillar.

Lo miró confundido.

—¿Quieres que te ate?—

—Te quiero a ti. Átame. Desátame. Haz lo que quieras. Me pone cachondo. Tú me pones cachondo. Lo único que deseo es que me folles, tú eliges el modo de hacerlo.

« Madre mía, ya no sé ni lo que digo. Me está volviendo loco» .

—Cariño, al cavernícola posesivo que llevo dentro le encantaría tenerte a su merced y hacer que te corrieras como nunca, pero no necesito atarte. —Le quitó los accesorios de las manos y los tiró junto a la cama—. Pero ahora que sé que te pone, lo volveré a hacer otro día. Ahora mismo lo único que necesito es ver cómo te corres y hacerte el amor hasta que ninguno de los dos sea capaz ni de moverse.

Todas las luces estaban encendidas porque no las habían apagado. Zee tenía una expresión agresiva a la par que tierna y, curiosamente, plácida. NuNew respiró hondo con el cuerpo tembloroso y empalmado, listo para explotar. Se sintió embriagado cuando Zee se tumbó sobre él y la seda de sus bóxers recién estrenados rozó su miembro. Abrió las piernas para darle la bienvenida y gimió al sentir su erección dura como una roca contra la suya que antes de eso y a estaba más que excitado.

Se aferró a él como si tuviera miedo de que se escapara. Necesitaba confirmar de algún modo que era real y que era suyo. Nunca había sido posesivo ni obsesivo, pero Zee era un hombre tan increíble, tan maravilloso, que casi parecía imposible que existiera y que además fuera de él . A veces parecía un sueño, un sueño maravilloso que convertía su ordinaria existencia en algo extraordinario.

—Relájate, precioso —le susurró Zee al oído, y su cálido aliento le hizo estremecer.

Relajó los brazos y le rodeó el cuello con ellos, tratando de controlar ese instinto visceral de aferrarse a él, de mantenerlo siempre cerca.

—Lo siento. Creo que estoy un poco desesperado.—

No tenía pensado decirle eso porque resultaba lamentable, pero era la verdad. Aunque sentía una sobrecarga de emociones, su cuerpo insaciable le pedía más.

La boca entreabierta de Zee recorrió su cuello con besos cálidos:

—No más de lo que estoy yo. Cada vez que oigo tu voz, que te veo o que hablo contigo, siento la necesidad de acercarme más a ti. Es más, me basta con pensar en ti para sentirme así. —Le rozó los labios con la lengua, perfilando el contorno de su boca—. Quiero penetrarte y que nuestros cuerpos se fundan de tal manera que no podamos volver a separarnos jamás.

« Ha dado en el clavo. Yo me siento igual» .

Esta vez acercó su boca a la de él sin más juegos ni seducción. La acosó, la asaltó y la saqueó con los labios y la lengua, y él se abrió para él como una flor ante los rayos del sol. NuNew gimió porque aquellos besos saciaban una ínfima parte de su deseo, y levantó las caderas como por reflejo esperando que otras partes del cuerpo lo rozaran, pues necesitaba aliviar de algún modo la tremenda excitación que sentía.

Arrancó la boca de la de él y con la voz entrecortada exclamó:

—Eres un placer. ¡Me pones a cien!—

ZEENUNEW - EL TESORO DEL MILLONARIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora