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James Wongwisut se mordía la uña del pulgar con cara de concentración mientras examinaba el historial médico de un paciente de la clínica. Eran las siete de la tarde y hacía horas que se debería haber ido a casa a descansar, pero había algo en ese caso que le obsesionaba. Tenía que habérsele pasado algo por alto, algo importante. Timmy tenía cinco años, sentía fatiga y falta de energía, y padecía diarrea y vómitos ocasionales. El pobre chiquillo llevaba semanas así, por lo que no podía deberse exclusivamente a un virus. James suspiró y se reclinó en la silla de su despacho, haciendo una mueca porque se había pasado mordiéndose la uña. Tendría que consultar a un pediatra y hacerle más pruebas. Rezó en silencio por que la madre de Timmy acompañara a su hijo en la próxima visita y cerró la carpeta. El chaval no tenía una vida fácil y su madre no es que fuera precisamente un gran apoyo.

—Hola, James.—

Una voz grave y sensual que provenía del umbral de su despacho le hizo ponerse de pie de un brinco, listo para pulsar el botón de emergencia que tenía bajo la mesa. La clínica gratuita estaba en un barrio conflictivo y, de hecho, a NuNew le había faltado el canto de un duro para que le pegaran un tiro en esa misma habitación.

—No pretendía asustarte.—

James sintió que un escalofrío le recorría la columna vertebral. No se debía al miedo, sino a que había reconocido la voz. Entrecerró los ojos para observar el cuerpo que acompañaba a esa voz dulce como el terciopelo y el rostro del hombre que tenía delante.

—¿Cómo has logrado sortear a la seguridad de Zee ? ¿Y qué diantres haces aquí?—

Net Panich se encogió de hombros y entró en el despacho como si fuera suyo. Aunque iba vestido con unos sencillos vaqueros y un jersey de punto trenzado color borgoña, transmitía poder y arrogancia; los llevaba sobre sus anchos hombros como si fueran una elegante capa.

—También es mi seguridad, encanto. Forman parte de la plantilla de Panich Corporation. ¿Qué otra cosa iban a hacer más que dejarme pasar saludándome amablemente?—

« ¡Menudo arrogante está hecho este imbécil!» . A James se le aceleró el pulso y le empezaron a sudar las manos. Se las secó en los vaqueros deseando no haberse duchado ni cambiado de ropa en el diminuto aseo que tenía en la parte trasera de la clínica. Quizá hubiera sido más fácil enfrentarse a Net vestido con su bata de profesional y con el pelo más presentable. Se metió por detrás de la oreja un ensortijado tirabuzón color fuego y estiró la espalda para parecer más alto de lo que era.

—¿Qué quieres, Net? Este barrio te queda bastante a desmano. Y no creo que te hagan falta los servicios de una prostituta —le espetó con voz crispada.

¡Maldita sea! ¿Por qué no podía comportarse con indiferencia? Desde aquel terrible desengaño habían pasado muchas primaveras y ya ni quiera conocía al hombre que tenía delante. Entonces, ¿por qué no lograba tratarlo como a un desconocido?

Se acercó a él y preguntó con voz grave:

—¿Acaso te molestaría, encanto? ¿Te importaría que me tirara a todas las personas de la ciudad?—

—¡Ja! Como si no lo hubieras hecho ya. Y deja de llamarme « encanto» . Es ridículo. ¿Qué te crees? ¿Que soy un perrito? —respondió James con sarcasmo, pero no pudo controlar sus instintos: se le aceleró el pulso y se le cortó la respiración cuando Net continuó aproximándose hasta que estuvo tan cerca de él que pudo oler su cautivador aroma a almizcle y a macho, un olor especiado que lo hizo sentirse un poco mareado. Su aroma no había cambiado. Seguía siendo igual de tentador que en aquel tiempo lejano.

—¿Qué haces a estas horas aquí? Mis agentes de seguridad me llamaron para advertirme de que seguías en la clínica a pesar de que ya era de noche. Deberías estar en casa. Este barrio es peligroso de día, así que por la noche ni te cuento — gruñó en voz baja.

ZEENUNEW - EL TESORO DEL MILLONARIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora