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Como todos los días, él se despertaba mucho antes que su omega. Dio ese largo suspiro para luego abrazar el cuerpo de su esposo al lado, escuchando un quejido de su parte. Intento despertarlo con unas cosquillas, pero la voz de Lionel indicó que había sido muy duro con algo.

—¿Te lastime? —Preguntó, inclinando su cabeza para ver el rostro de su pareja.

—¡Si! —Respondió enojado— Aún tengo sensibilidad en esta puta cicatriz.

—Yo... pensé que ya no te incomodaba.

—Es un martirio despertarse con esta cosa en la piel. —Suspiró para sentarse sobre la cama y chequeando ese reloj que tenía en su pequeña mesa— Salgo en unas horas. Hoy es mi primer entrenamiento.

—Es bueno escucharlo.

—Si. —Salió de la cama para abrir el placard y buscar la toalla que necesitaría— Guille —Lo llamo aún de espaldas— ¿Podrías hacer algunos pancakes?

—¿No se supone que ya debes estar a dieta? Digo, empieza tu temporada y tu entrenamiento físico.

—Si, lo sé. Pero realmente quisiera unos pancakes. Por favor. Si necesitas hacer algo, yo los haré.

—No, estoy libre. Igualmente pensaba hacer pancakes para los niños. Así que está bien. Pero me ayudarías mucho si los despiertas porque deben ir a la escuela.

Se dividieron las tareas de la mañana y cada uno salió de la habitación con un objetivo diferente. Lionel despertó a sus crías, ayudándolos a bañarse y a buscar que ropa llevarían ese día. Thiago estaba motivado por volver a la escuela, pero Mateo no sentía lo mismo. De alguna manera, el más pequeño había confesado que le aterraba escuchar el francés y no entenderlo.

Probar esos pancakes fueron exquisitos. No entendía como, pero sabían tan bien que quería aún más. De hecho, Guille no lo había visto con ese apetito por mucho tiempo.

—¡Nos vamos! —Gritó Thiago con su pequeña mochila sobre sus hombros y de la mano de su hermano menor— ¡Te vemos más tarde, mamá!

—¡Cuídense!

Si uno cocinaba, otro lavaba. Su alfa se encargó de llevar a los niños a la escuela y él lavaba los platos antes de irse a sus prácticas. Se sentía satisfecho con esos buenos pancakes que había comido, pero ese olor que quedaba de la cafetera lo llamaba. ¿Desde cuando el café podía oler tan delicioso?

Sin pensarlo más, se sirvió una taza, incluso cuando su nutricionista le había advertido del consumo de cafeína durante su entrenamiento. Estuvo apunto de tomar su primer sorbo cuando Guille ingresó por la entrada de la cocina.

—Pensé que no podías tomar café.

—Olía demasiado bien y-

—No huele a café.

—Y bueno... quería tomar café. ¿Vos por qué seguís acá? ¿No ibas a llevarlos a la escuela?

—Me olvide las llaves. Bueno, eso no importa. Te he notado ansioso estos días. Es inusual que me pidieras pancakes y ahora estás tomando café... no lo entiendo ¿Te sientes bien?

—¡Y si! Estoy bien. Quizá es porque mi dieta me está ahogando un poco, pero eso es todo. Almorzaré algo pegado a mi dieta y ya está. Solo será esta taza y-

—El café no es bueno para ti, mi amor. Lo sabes.

—Basta. Mirá la hora que es. —Señaló a ese reloj en la pared— Los chicos llegarán tarde.

—No puedo irme sin esto. —Tomó la taza de café, la cual estaba en sus manos, para verterla sobre el lavabo y dejar la taza ahí mismo.

—¡Era mi café!

¿Qué hora son, mi corazón? - T2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora