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Gracias a que Guillermo estaba ocupado hablando con sus padres, pudo acercarse a la parrilla para cerciorarse que las carnes estuvieran bien. Mientras movía la comida, escuchó pasos al lado suyo. Sus hijos se acercaban a esa parrilla, curiosos y mirando lo que mamá estuviera haciendo ahí.

—¿Tienen hambre? —Sus dos hijos asintieron— Thiago, tráete un plato pero que no te vea papá.

Con una sonrisa salió en busca del plato mientras Mateo saltaba para ver que mamá sacaba ese pedazo de carne que se notaba muy bueno. Su cachorro llegó y pudo darles unos pedazos de carne mientras lo demás se cocinaba.

—¿Los chicos tienen hambre?

Volteo para ver de quién podría tratarse y era ese hombre que no había visto en muchísimo tiempo. Sus cachorros se fueron con ese plato, dejándolo solo con el padre de Guillermo.

—Si. No desayunaron mucho y ya es tarde. —Dejó esa pinza a un lado para ver el rostro de ese hombre mayor— Es un gusto tenerlo en mi casa.

—Gracias. Este es un paso muy grande para nosotros. Supongo que Memo te dijo que arreglamos las cosas.

—Me lo contó. Vino muy feliz y eso me alegra. Los chicos estarán felices de tener abuelos.

—¿Tus padres...

—Mi madre me dio la peor traición de mi vida y... mi padre aún no tiene mucha cercanía. Es algo complicado.

—Lamento escuchar eso.

—No se preocupe. Estamos bien.

—Sobre todo, quisiera pedirte disculpas por haberte conocido de la peor manera- o mejor dicho, de habernos hablado tan mal. No puedo excusarme, pero me sentía muy molesto.

—No lo culpo. Ahora como madre pienso en que uno de mis hijos le pase lo mismo y... es algo complicado.

—Fue horrible, Lionel. Ahora pienso en el pasado: Ustedes no tenían apoyo de nadie. Y simplemente no puedo llegar a pensar lo que pasó en su separación. Debió ser horrible.

Obviamente no confesaría que ellos habían sido culpables de muchas cosas. Quizá no de su separación hace un año, pero fueron ellos quienes informaron que él había llegado a México por sus hijos. Sabían que las cosas habían ido mal ¿Pero era problema de ellos? No. Ellos estaban tranquilos de que su hijo se mantuviera lejos de ese hombre tan problemático. Aún que ahora, habían cambiado de opinión. No le confesarían que ellos fueron culpables porque... no era necesario.

—Fue horrible y desastroso, pero —Señaló ese pequeño bulto que se asomaba entre su remera— volvimos a encontrar una razón para seguir juntos. Después de todo, nos amamos demasiado. Esa separación solo fue un capricho de ambos. No podíamos mantener esa separación.

—Me alegro que le hayas dado a mi hijo una segunda oportunidad.

—¿Yo a él? —Rio— Él me dio otra oportunidad a mí. Yo comencé con una pésima actitud, dejé que un alfa me manipulara... pasaron demasiadas cosas que me harían no apto para volver con mi familia. Sinceramente pensé que Guillermo no volvería a amarme, pero...

—Me quedó muy claro que esto es más que amor.

—Si, realmente si.

—¡Qué afortunado! —Exclamó con una sonrisa— Porque ese tal Andrés no era para mi hijo.

Ni siquiera quería saber el porqué. Solo rio para congeniar con su suegro. Ese tema de Andrés había quedado muy detrás en sus recuerdos. Desde esa vez que desconfió de su esposo, ya no quería saber o pensar sobre él.

¿Qué hora son, mi corazón? - T2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora