Prólogo

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Resurgiré de mis cenizas como el ave fénix

No siempre estuve sola, pero si una gran parte de mi vida, en mis peores momentos solo me tenía a mi misma y eso me llevo a ser una persona fría, calculadora, desconfiada e independiente pero sobre todo fuerte.
Nunca he necesitado a nadie pero desde que él apareció en mi vida siento que se lo debo todo y estaré dispuesta a hacer lo que sea con tal de no defraudar a la única persona que se quedó conmigo.

- Señorita Santana el desayuno está listo - después de que la asistenta de la casa me llamará, me vestí, peine mi pelo largo y negro y baje a desayunar - Buenos días señorita, ¿Ha dormido bien?

- Si gracias - me senté y agarre una tostada, odiaba que me hablasen por las mañanas.

- Laura date prisa o llegarás tarde - mi tía apareció por la puerta de la cocina yo la mire asentí y terminé de desayunar, cogí mis cosas y efectivamente llegaba tarde así que me tocó pedirla que me acercará al instituto - Recuerda que está tarde debes ir al Santuario.

- Que ya lo sé - me baje del coche y entre en el instituto a pasar seis horas la más de aburridas y más cuando hoy era el primer día de curso.

Bueno mi nombre es Laura Santana, creo que lo único que me queda de mis padres es eso el apellido, porque de ellos no se nada desde que tenía 7 años, nunca he llegado a comprender del todo el porque pero me abandonaron, una buena tarde de verano mis padres y yo salimos a dar un paseo, me dijeron que iríamos a ver a unos amigos suyos, y si a una casa fuimos pero curiosamente ellos se fueron y yo no, no tarde mucho en darme cuenta de que me habían abandonado y con el tiempo descubrí que me habían dejado en un orfanato.

Mi día a día en aquel sitio se basaba en ver cómo algunos niños más pequeños que yo eran adoptados y a mi nadie me quería, todos decían que yo ya era muy mayor y que querían niños más pequeños, hasta que dos años después, con apenas 9 años recién cumplidos un hombre decidió darme una oportunidad y adoptarme.

- ¿Está seguro señor? Laura es una niña muy buena pero ya tiene 9 años - la chica encargada de nuestra pequeña crianza siempre le decía lo mismo a todos.

- Si estoy seguro, tiene algo especial - el hombre se giro a mirarme sonriendo pero no pude corresponder esa sonrisa.

Y tras muchos papeleos el hombre me adoptó, pero no quiso quitarme el apellido, lo único que conservo de mis padres aparte de eso es un balón de fútbol, regalo de mi padre por mí sexto cumpleaños, recuerdo pasarme horas con él frente al televisor viendo partidos y partidos de fútbol, y por eso me regalo a mi mejor amigo, el balón, es lo único que me hace feliz, darle patadas a esa esfera.

- Bienvenida a tú nueva casa - aquel hombre me llevó hasta una casa extremadamente grande llena de lujos - A partir de este momento todo lo que ves aquí también es tuyo.

- ¿Porque yo? - le miré haciendo caso omiso a lo que me estaba contando - No soy bebé ya soy una niña ¿Porque me has elegido?

- Pues lo primero porque yo siempre he querido una niña y tú eres perfecta y segundo por eso - señaló el balón de fútbol que llevaba en mis manos.

- ¿Mi balón? ¿Que pasa con él? ¿No le gusta?

- Al contrario me encanta y creo que puedo enseñarte muchas cosas, ¿Te gusta el fútbol? - asentí sin expresión alguna y el sonrió - Pues entonces nos vamos a llevar muy bien, vamos te enseñaré tú habitación.

Y de esa habitación es de la que he salido está mañana, llevo 6 años viviendo aquí, nunca me ha faltado de nada, ni siquiera cariño pero por alguna razón yo no puedo mostrar tanto afecto como el que me muestran a mí en casa.
Gracias a mi padre (el que me adoptó, porque padre es quien cría no quién engendra) mi fútbol a mejorado muchísimo y podría incluso decir que soy la mejor jugadora de Japón, claro que eso sería si alguien supiera que juego al fútbol.
Me entreno todos los días en el Santuario un lugar donde ha base de mucho esfuerzo se forjan a los mejores jugadores del país, los conocidos, Imperiales, no existen jugadores más fuertes y por supuesto yo era una Imperial.

FUERZA (IEGO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora