Capitulo 7

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Más de diez minutos era lo que Andrea llevaba sentada frente al periódico que Vienna Russo estuvo ojeando horas antes porque era lo único con lo que podía entretenerse. Algunas de las noticias en la primera página habían captado su atención pero lo que la capturó por completo fue el crucigrama en la página lúdica. Desde que empezó su carrera en el cuerpo de la Guardia Financiera, desarrollo una gran afición por aquel juego que, con el tiempo, se convirtió en la mejor de las compañías para las noches de patrulla. Cuando componer palabras era la mejor manera de pasar el tiempo tras estar sentada por horas junto alguno de sus colegas. Llevaba ya unas cuantas palabras terminadas cuando Ernesta entró en la cocina por segunda vez desde que se sentó. La ama de llaves parecía atareada en la preparación del almuerzo por lo que cada vez que Pasquale se atrevía a preguntarle algo, ella se enojaba y lo sacaba de su reino casi a patadas.

Ver cómo se comunicaban entre ellos con el lenguaje de las señas era curioso ya que ella nunca tuvo la posibilidad de interactuar con personas que lo utilizaran. De hecho otra cosa que le resultaba curioso era que aparte de Pasquale, la única que se comunicaba de aquella de manera fluida era la mismísima Vienna. Le parecía imposible de creer que la Mujer de Hielo, como solían etiquetarla los tabloides sensacionalistas, se tomara la molestia de aprenderlo para comunicarse con una simple empleada. Tras una semana en aquella casa y, a pesar de que apenas interactuó con Vienna Russo, algo de ella le resultaba contradictorio. No era precisamente la mujer que imaginó a través de las páginas de los expedientes que por meses estudió como si la ejecutiva fuera una religión y ella su mayor devota. Mucho menos la que se empeñaban en mostrar las revistas.

Devolviendo su atención al crucigrama; Andrea intento ignorar la presencia de la ama de llaves mientras iba y venia de un lado a otro. Después de dejar a Isabelle en el jardín en compañía de su familia, no supo que mas hacer o donde ir; así que allí estaba, en el único lugar en el que podía encontrar refugio y en el estuvo a punto de ofrecerse como voluntaria en alguna de las tareas que la ama de llaves desempeñaba. Claro que al no conocer el lenguaje de señas se limitó a sentarse en la enorme mesa con el periódico entre sus manos.

Concentrada en las definiciones que le ofrecían la página y el juego, Andrea rellenó satisfecha otras dos palabras. "Abandono de las propias pasiones, diversiones de carácter genérico, sin el control de nuestra razón y nuestra moral", leyó con voz contenida la nueva definición de la palabra escondida, antes de levantar la vista para encontrarse con Ernesta, que la miraba. La mujer gesticuló algo con sus manos, pero ella negó al no entender. Intento leerle los labios cuando está volvió a gesticular pero fue inútil.

—Lo siento, Ernesta, pero no entiendo —se disculpó encogiendo los hombros al tiempo que advertía como un cálido aliento le acariciaba la mejilla. Por puro acto reflejo, se apartó.

—¿Quieres jugo? —dijo Vienna Russo y sus miradas se enlazaron provocando en Andrea una especie de sensación vertiginosa que se apoderó de todo su cuerpo.

—¡¿Qu qu... que hace?! —dijo con el rostro contraído por la inesperada intrusión. La penetrante mirada de Vienna seguía clavada en la suya mientras esta se erguía como un majestuoso animal salvaje, robándole el aliento.

—Ernesta — indicó la ejecutiva hacia la ama de llaves.—, te pregunta, que si quieres jugo —pronunció explicándole las señas que la mujer volvió a hacer. En sus labios una media sonrisa traviesa se había ido dibujando . !Joder! Pensó Andrea tragando el nudo que tenía en la garganta. Es que si Vienna Russo sonreía así de medio lado era un peligro. Es que a caso sabía lo bien que le quedaba?

—Jugo? Perdón, es que no la entendí—se disculpó con el corazón martilleando contra sus costillas por culpa de la inesperada invasión de su espacio personal y del embrujo de aquella mirada.

¿Lo dejaria todo por ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora