Capítulo 36

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Según la biología el corazón es un misterio, un músculo del tamaño de un puño capaz de gestionar el sistema sanguíneo de un cuerpo humano entero. Un pequeño órgano situado en medio del pecho culpable de generar las más complicadas emociones que engendran el amor. Un enigma, una combinación de emociones, pensamientos y comportamientos imposible de descifrar. Un misterio por el cual se cometen locuras impensadas, se alzan guerras e, incluso, se es capaz de matar. Un sentimiento puro e irracional capaz de curar o lastimar. Un arma mortal.

Un arma capaz de destruir hasta la más fuerte armadura. Capaz de doblegar a Vienna Russo que atraída por un imán invisible, dirigió sus pasos hacia la biblioteca tras llegar a la residencia de su familia.

—Cuando te hayas consolado (siempre nos consolamos) serás feliz de haberme conocido.—Escuchó leer a la asistente que sentada en una de las butacas de la habitación acompañaba a su madre. El dulce ronroneo de su voz era como las notas de un piano tocadas por las manos de un niño. Delicadas, sencillas, con un ligero toque incierto que invitaba a la diversión. —. Siempre seremos amigos y siempre tendrás ganas de reírte conmigo. A veces, abrirás tu ventana solo porque quieres, y tus amigos se quedarán asombrados cuando te vean reír mientras ves al cielo. Tú les dirás: "Las estrellas siempre me hacen reír". Ellos pensarán que estás loco. Será una mala broma de mi parte.— leyó Andrea encantándola con la melodía y el movimiento de sus labios. Una melodía que Vienna fue incapaz de interrumpir a pesar de que se moría de ganas de estrecharla entre sus brazos. Un canto que no solo la hipnotizaba a ella y su madre, sino que también tenia efecto en Milán y Ginevra, que desparramados sobre el sofá grande, escuchaban con atención.

—Y volvió a reír. –
—Será como si en vez de estrellas, te hubiese dado muchas campanitas que saben reír... — Sonrió una vez más y luego se puso serio: –Esta noche no vengas... —
–No voy a dejarte. —
–Pensarás que me duele, parecerá que me muero... ¡No vale la pena que veas eso...! —
–No te dejaré. — Pero él estaba algo preocupado.
–También te lo digo por la serpiente, no quiero que te muerda. Las serpientes son malas y a veces muerden por gusto... —
–He dicho que no te dejaré. — Pero de repente algo le tranquilizó.–Es cierto, las serpientes no tienen veneno para la segunda mordida...

Seguía leyendo Andrea cambiando el tono de su voz para imitar los diálogos y los distintos personajes que aparecían en la historia. Una historia que hablaba de amor, de la importancia de mirar más allá de las apariencias y ver con el corazón. De aprender a amar de forma incondicional, porque el amor nunca debía ser una carga para quien lo recibiera. Vienna conocía aquella historia de memoria y ahora comprendía lo que sus páginas transmitían. Lo que sentia por Andrea no tenía explicación lógica, era simplemente "Amor" un sentimiento que jamás creyó experimentar. Un potente hechizo bajo el cual sería capaz de entregar su alma al mismísimo Lucifer si Andrea se lo pedía. Porque toda ella era un bálsamo para su atormentada alma incapaz de contenerse, incapaz de no sentir. Fue por eso por lo que allí, parada bajo el marco de la puerta de la biblioteca y escuchando una historia para niños que Vienna se olvido de todo, de Francesca, de lo que pasó en su oficina, de sus obligaciones e, incluso, de quién era. Porque esas eran las consecuencias de estar enamorada, pensó con la mirada llena de luz y una sonrisa tonta en los labios. Enamorada; la palabra le sonó un poco insólita, pero por primera vez en su vida, tenía la certeza de haber sido hechizada por aquellos ojos color miel, por aquellos labios dulces y suaves; por aquellas manos que acariciaban el lomo del libro con delicadeza. Las mismas manos que le regalaron caricias que no sabia necesitar y que anhelaba volver a sentir.

—¡Tía Vi!— exclamó Milán acabando con el embrujo de un solo golpe al notar su presencia en la puerta.
—Hola chicos. Mamá. — dijo Vienna a modo de saludo una vez decidió adentrarse en la habitación. Delatada su presencia era inútil seguir parada bajo el marco, así que tras acercarse a la butaca y besar a su madre en la frente se dejó monopolizar por su sobrino.

¿Lo dejaria todo por ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora