Capítulo 23

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Jamás en su vida Vienna había escuchado las notas de Experience, de Ludovico Einaudi, tan vivas y fuertes como en ese instante en que sus hambrientos labios reclamaron con necesidad los de Andrea. Cuando sus lenguas se enredaron como serpientes, retándose en una batalla por el control del beso. Totalmente inesperado, desordenado e imperfecto. Impaciente y con mucha más fuerza de la que imaginaban.

Un beso que buscaba acomodarse de la mejor manera, permitiendo que sus lenguas dictaran el ritmo ahora delicado e intenso. Una mezcla de alcohol, regaliz y frutas secas que la llevaron de cero a cien en menos de un segundo. Porque Vienna no era la primera mujer que Andrea besaba, pero sí era la primera que le provocaba esas sensaciones. Porque en el mismo momento en que sus labios se atraparon, un ejército de mariposas tomó su vientre como campo de batalla y con cada aleteo producían una descarga eléctrica que bajaba hasta lo más profundo de su cuerpo. Un beso que, a pesar de estarse quedando sin aire en los pulmones, no quería parar. Los labios de Vienna acababan de convertirse en una droga, de las malas, de las que te vuelven adictas y no le importaba.

Un gemido, o más bien un gruñido, se escapó de la garganta Vienna en cuanto sus labios se alejaron de los de Andrea, precisaba aire para impedir que sus pulmones colapsaran. Y si los ojos eran la ventana del alma, la boca podía ser la puerta al infierno y a Vienna no le importaba estar cruzándola, sin precauciones y sin traje ignífugo. Los suaves y carnosos labios de Andrea la recibieron y la verdad no lo esperaba. En cuanto inicio el primer intercambio de fluidos Vienna pensó que iba a rechazarla, pero, ahora era la asistente la que buscaba su boca con urgencia.

Otro gruñido o un gemido, o algo muy parecido, se escapó de los labios de Andrea cuando su mano se aferró al cuello de Vienna para atraerla un poco más buscando llenarse con su aroma. Sus lenguas hipnotizadas por el vaivén del beso decidieron que estudiarse con calma era lo mejor, por lo que cada una intentó detallar cada centímetro. Menta y tabaco, era una mezcla que Vienna jamás había probado y tal vez en otros labios le habría parecido indiferente e incluso desagradable, pero en los de Andrea era perfecto.

Un nuevo gemido se mezcló con las notas de Life y ninguna de las dos mujeres estuvo segura de quién lo emitió. De la misma manera en que la orquesta y los violines se sumaron a la melodía llenándola de profundidad, las caricias se volvieron un poco más intensas mientras las manos de Vienna, que hasta ese momento habían estado quietas sobre las curvas de la asistente, empezaron a moverse. Necesitaba un poco más de contacto y Andrea gimió en sus labios cuando se coló bajo la blusa, la piel de la asistente era puro fuego bajo la palma de sus manos y Vienna necesitó nuevamente aire para no ahogarse de placer. La distancia apenas duro un segundo ya que la necesidad de recorrer cada centímetro de aquella mujer era mucho más fuerte y sus labios sintieron la pérdida en cuanto se alejó.

El reguero de besos húmedos que recorrió el cuello de Andrea mientras las manos de Vienna llenas de ansia por descubrir la piel se colaba debajo de la tela que cubría su cuerpo. ¿Eran esas las consecuencias de llevar tanto tiempo sin sexo? Era posible, pensó Vienna incapaz de frenar la urgencia de consumir a la mujer entre sus brazos, de saciar la sed en el placentero néctar de su vientre. Manos y caricias, besos y gemidos, pies que se movían sin rumbo hasta que sus cerebros despertaron de golpe.

El estruendo se tragó la intensidad del momento.

Con las miradas nubladas por el deseo, ambas mujeres buscaron la causa. El tablero que antes reposaba sobre la mesa de alguna manera ahora las observaba desde el piso, mientras que la espalda de Andrea descansaba sobre el sofá y el cabello de Vienna que escondía parte de su rostro le acariciaba el pecho.

¿Cómo diablos terminaron en aquella posición? Andrea no estaba segura; en realidad no estaba ni siquiera segura de cómo habían terminado besándose de esa manera tan jodidamente intensa. Asaltada por una ola de vergüenza quiso taparse el rostro con las manos justo cuando Vienna Russo volvía a posar sus ojos en ella.

¿Lo dejaria todo por ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora