Capitulo 10

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—Se ¡Señorita Russo! —exclamó Andrea levantando la mirada para toparse de frente a la imponente ejecutiva que entraba en la cafetería justo cuando ella se disponía a salir.—¿Que, que hace aquí?— preguntó balbuceando; acto seguido se dio cuenta que las preguntas no le correspondía así que prefirió callar.
Decir que no esperaba encontrarse con Vienna en aquel lugar y a esa hora era decir poco, ya que suponía que la mujer que ahora la escrutaba de esa manera tan intensa, estaría recluida en lo alto de su madriguera. ¿Casualidad? No, se dijo sin dudar. Con Vienna Russo no existían casualidades por lo que su presencia allí hizo que cada célula del cuerpo de Andrea se tensara. Cálmate, se ordenó tratando de disimular la sorpresa pero sin poder evitar que su mirada se dirigiera a la silueta del hombre que se alejaba de la cafetería como si nada de aquello pudiera afectarlo.
—Se supone que debería estar con mi madre— comentó la ejecutiva siguiendo su mirada para luego volver a clavar el azul de sus ojos en ella.
—Si, yo, lo siento. Solo he salido a tomarme un café. —explicó intentando no parecer más nerviosa de lo que estaba. No era la primera vez que se sentía de aquella manera estando frente a Vienna, tuvo que reconocer con pesar. La presencia de la mujer tenía ese efecto en ella y no solo. Echando un rápido vistazo a su alrededor fue consciente de que eran el centro de todas las miradas.
—Entiendo. —dijo Vienna acompañando la palabra con media sonrisa traviesa.
¿Por qué diablos tenia que sonreír de aquella manera? Se cuestionó Andrea tragando con fuerza el incómodo nudo que se le formó en la garganta.

—Espero que no sea un problema.— se atrevió a decir Andrea porque el silencio que se creó entre ellas no le gustó. Era como si con este Vienna Russo pudiera atravesar su piel y llegar hasta lo más profundo de su ser. Una sensación nueva que por alguna razón detesto.

—No, no lo es —aseguró Vienna paseando la mirada a su alrededor. El rumor y el típico murmullo que se escuchaba en una cafetería volvió a llenar el lugar.
—Disculpen— escuchó decir Andrea para darse cuenta de que tanto ella como la ejecutiva seguían en la puerta obstaculizando el paso.

—Lo siento —murmuró avergonzada al tiempo que Vienna Russo la invitaba a salir del lugar con un simple movimiento de su mano. Sin saber por qué la ejecutiva estaba allí, la asistente no se hizo de rogar y caminó al exterior
—Supongo que se estará preguntando por qué estoy aquí —comentó Vienna una vez que estaban en la acera. Ella no pronuncio palabra.

La ola de calor que las golpeó volvía a ser insoportable. Pero Andrea no le dio mucho importancia ya que su atención fue capturada por el suave tejido de la blusa suelta de color blanco que sustituyó la elegante chaqueta cruzada que la ejecutiva llevaba esa mañana. Las mangas remangadas hasta los codos dejaban al descubierto la blanca piel de sus brazos, dándole un toque casi despreocupado a la imponente mujer.

¿Almorzar? La palabra retumbó dentro de la cabeza de Andrea no muy segura de haber comprendido bien así que sin saber porque desconfío.
—¿Dijo almorzar?

—Si.— respondió Vienna mucho más seria de lo que Andrea esperaba. —Espero que no le moleste acompañarnos —agregó con la mirada cerrada por lo que Andrea no supo como responder.

Una fracción de segundos en compañía de Vienna había sido fue suficiente para distraerse y perder el hilo de la conversación, por lo que ahora solo tenía pedazos de frases. ¿Vienna acababa de invitarme a almorzar? Se cuestionó, pero era absurdo. No, no era una invitación. Era simplemente una forma de decirle que acaban de cambiar los planes de la señora Isabelle y ella tenía que adaptarse porque estaba segura que negarse no era una opción.
—Supongo que no —Respondió Andrea levantando la mirada hacia aquellos ojos color azulados que la escudriñaban con impaciencia. Una inesperada sonrisa que amenazó con contagiarla iluminó el rostro la ejecutiva.

¿Lo dejaria todo por ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora