6. Escandalo

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MADDISON EVANS

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MADDISON EVANS

Estaban terminando de retocarme el maquillaje mientras yo pensaba en la conversación que tuvimos Arthur y y yo en los camerinos. ¿Qué demonios le pasa? ¿Que yo soy igual que todas? Por Dios, yo no seré otra de sus tantas mujeres que pasan por su cama.

Puede ser atractivo, pero no es el tipo de chico que busco. ¿Para qué me sirve un maldito egocéntrico en mi vida? Solo para dar problemas, es su único propósito.

He pasado por tantas relaciones en Italia que créanme, no quiero otra más. Yo solo soy testigo de lo que pase con cada uno de esos chicos, en cada ruptura me la pasaba bebiendo en discotecas y bares al punto de despertar y no saber que había pasado o en donde estaba. Hasta que llego un un tiempo que ya era aburrido tener a hombres a mis pies, siempre era lo mismo; los mismos piropos, mismas maneras de conquistar, todo era monótono.

Así que, créanme, buen sexo ya no me impresiona para nada.

Si Arthur tiene egocentrismo, yo soy capaz de destruirlo.

Cambiando de tema, yo sabía que Arthur solo quería "acompañarme por un vestido" para no convivir más con Astrid, fue más que obvio. Por ese motivo no le quise dar gusto, desde que yo firmé el contrato, sabía que contaba con maquilladores, manicuristas, peluqueros, muchas personas que me ayudarán a estar lista para eventos. Así que, como mi primera gala, tengo que lucir increíble y, sobre todo, no amargarme la noche con actitudes de un hombre.

La chica termina de sellarme el maquillaje alejándose para yo verme al espejo.

Me encanta, es un maquillaje cargado para la noche, pero no alejaba la elegancia. El peinado es una coleta alta con ondas en las puntas de mi cabello, me veo perfecta, tal como lo soñé desde pequeñita.

Ahora hablemos del vestido, había muchas opciones para elegir, negros, blancos, rosas, pero el que tengo puesto se robó mi atención. Mi vestido está compuesto de diamantes, todo aquel este hecho de diamantes que logra que mis curvas se marquen perfectamente.

—¿Marie?—le hablo a la chica que está a ni cargo mientras cojo la copa de champagne.

—Dígame, señorita.

—Avísame cuando Arthur Darrigan salga del teatro.

Me mira confundida.

—¿No entrará a la gala de su mano?

Niego con mi cabeza terminando el líquido de la copa.

—No, quiero llegar sola.

—Perfecto, la mantengo al tanto.

—Gracias.

Y en cuestión de unos minutos, Marie me dio el aviso de que su limosina había partido, así que era momento de irme yo también. 

Todo Para Que Seas FelízDonde viven las historias. Descúbrelo ahora