13. Espacio Personal

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MADDISON EVANS

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MADDISON EVANS

Tal vez sea algo apresurado, pero quería dormir, además, a pocas horas tenemos ensayo en el teatro y créanme que no tendré nada de ánimos como para tomar un taxi e ir hasta allí, así que prefiero que Arthur me lleve.

Al entrar a su apartamento me sorprendió demasiado que fuera muy cómodo y amplio y no hay que olvidar lo lujoso que es. Es de una estética blanco y negro, con detalles de cristal como en las lámparas, algunos jarrones preciosos y entre muchas otras cosas hermosas que tiene. Estaba tan cansada que solo me senté en su sofá y caí en un sueño profundo.

Abro mis ojos lentamente tomando conciencia poco a poco, en cuanto quiero moverme, siento unos brazos aferrados a mi cintura impidiéndome levantarme, miro como esta mi ropa en la pequeña silla que está dentro de su habitación, con confusión miro que tengo puesta una camisa blanca junto a un pequeño short negro. Como puedo doy la vuelta con suma precaución para mirarlo; sus gestos relajados, sus labios esponjosos, aquellas cejas pobladas que lo caracterizan.

No sé porque siento una necesidad que se combina con un pequeño deseo por besarlo, volver a sentir esa conexión que solo los dos sentimos.

—Puedes dejar de mirarme—dice con sus ojos cerrados, pero con una sonrisa en sus labios.

—¿Y tú puedes soltarme?

Aprieta más mi cintura.

—Jamás, además, no quiero hacerlo ¿Por qué lo haría?

Rodeó los ojos sonriendo.

—Tienes que respetar el espacio personal de las personas.

Niega con su cabeza.

—Conmigo no abra espacio personal.

Quien diría que sus abrazos se sienten como un estrujón al alma y corazón. Pareciera que te estuviera sosteniendo todo aquello que se rompió en algún momento.

¿Protección? Quizás. No lo sé, pero les puedo asegurar que se siente increíble.

—¿Qué paso con el Arthur que conocí ese día en la audición? Aquel que odiaba el afecto personal.

Da un pequeño beso en mi frente.

—Esa versión desaparece contigo.

De pronto se acomoda para estar más cerca mío, al punto que solo falta un milímetro para que nuestros labios se junten, me podría separar de él, claro que puedo, pero me niego, esta versión de él me encanta.

—Te juro que podría besarte... —revela.

—Hazlo, no lo pienses y hazlo.

Y sin decirle dos veces estampó sus carnosos labios a los míos mientras empieza a tocar todo mi cuerpo con una necesidad inimaginable.



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