prefacio

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Odiaba a Tom.

Llevaba odiándole toda mi vida.

Desde el primer día que le vi abrazado y escondido detrás de su madre, supe que no nos llevaríamos bien, como un presentimiento.

Siempre supuse que el hecho de ser la hermana mediana me haría perder completamente la posibilidad de ser el centro de atención, aunque lo aceptase muy a mi pesar, me costó mucho más aceptar que mis padres me veían como la oveja negra por el hecho de no resaltar en nada, cosa que acentuó no llamar la atención dentro de mi familia.

Y en qué Tom era el hijo varón que nunca tuvieron.

Desde que éramos pequeños mis hermanas le adoraban, le trataban más como parte de la familia que a mí.

Y eso que solo era el hijo de la criada.

Con el pasar de los años, mi odio hacia Tom se hacía cada vez más fuerte, daba igual que a veces tuviera buenas acciones, siempre había algo que terminaba jodiendo nuestra relación de nuevo, me quedaba el remordimiento por el hecho de que con tan solo su presencia me dejara de lado en mi propia familia.

Es por eso que tanto le odiaba.

Por el hecho de que me había quitado mi sitio en mi propia familia.

Y parecía ser que a nadie le importaba, que solo yo era la que se había dado cuenta de que me había quedado atrás.

Si era cierto que Tom solía sacar buenas notas, tocaba muy bien la guitarra, siempre ayudaba de la manera que mejor podía, era cariñoso, amable, inteligente, guapo... y un sinfín más de cosas sin sentido que la gente solía decir de él.

No era más que el jodido hijo de la criada.

Y le querían más que a mí.

Jamás se me podría olvidar el día de su dieciséis cumpleaños, cuando mi padre le regaló un Cadillac para cuando cumpliera los dieciocho y pudiese conducirlo, obviando la increíble fiesta que organizaron.

En cambio, cuando yo cumplí los dieciséis, tres meses después del cumpleaños de Tom, me regañaron por suspender tres asignaturas y me amenazaron con meterme a un campamento de verano en el que las recuperaría, aparte de haber pasado la fiesta más aburrida de mi vida, y eso que era mi propia fiesta.

Y aunque tenía esas espinas clavadas, y pensé que nunca podría quitarme el odio que sentía hacia Tom, el día de sus dieciocho fue aún peor.

Esta vez su fiesta fue mucho más privada, consistía en una cena que les llevó horas y horas a las cocineras, incluía a ambas familias y una enorme mesa de celebración con mucha decoración.

—Quería hacer un brindis por Tom—Habló mi padre, radiante con el traje negro que había encargado específicamente para esta ocasión—El hijo que nunca hemos conseguido tener—Hizo a las familias reír enternecidas—Y el cual quiero que forme oficialmente parte de la familia—.

Mi abuela lloraba unas enormes lágrimas de felicidad al otro extremo de la mesa, los murmullos entre sonrisas eran más que abundantes, y los nervios y la tensión podían palparse, esperando a que mi padre continuase hablando.

Mi madre se abrazó a él, haciéndole mirar hacia abajo levemente para poder sonreírla, y luego que ambos miraran al frente, dirigiendo su mirada hacia Tom.

—Y para ello, Tom, como regalo de cumpleaños, te entregamos la mano de nuestra querida hija Alazne—.

Las personas sobre la mesa aplaudían y celebraban, mientras yo tan solo podía escuchar sus aplausos como el ruido infernal de mi condena.

Acababan de comprometerme con Tom.

Con el jodido hijo de la criada.

Marry me (+18)  {Tom Kaulitz}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora