capítulo treinta

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Galletas con chispas de chocolate eterno
Final.

Tom estaba a mi lado, sentados en las sillas de la sala de espera.

Alice se paseaba de un lado a otro, muy nerviosa, mucho más que Benjamín, su padre, quien estaba al borde del colapso en ese preciso momento mientras Hanna estaba en trabajo de parto de su segundo hijo.

—¿Y si tiene problemas? ¿Y si el bebé no puede salir?—Reprimí mi risa para no ponerlo más nervioso—.

—Ben, estuviste tal cual cuando nació Alice, si Hanna lo pudo hacer una vez, lo hará dos veces—Hablé para tranquilizarle, él tan solo revolvió su cabello, con la incertidumbre en el rostro—.

A veces me preguntaba de qué forma hubiese reaccionado Tom de yo poder tener hijos.

Me imaginaba que estaría peor que Ben, respirando junto conmigo y gritando de las contracciones, cuando la del dolor sería yo.

Alice finalmente se sentó en la silla frente a mí, se veía ansiosa y emocionada, pero había algo más, una cosa que la molestaba y que no pasaba desapercibida ante mis ojos. 

De pronto, irrumpió en la habitación Jayden, venía solo, sin su familia.

—¿Ya ha nacido?—Preguntó viéndose nervioso, mirando a todos lados—.

Todos negamos con la cabeza y él suspiró aliviado.

Al parecer, había hecho una carrera desde el estacionamiento al hospital.

O tal vez desde su casa, lucía demasiado agotado.

—¿Hace cuánto que entró?—Preguntó otra vez, ahora algo más calmado—

—Cuatro horas—Contestó Tom con cierto tono de pesadez—.

Su pelo había perdido el estilo de antes, ahora tan solo lo mantenía largo, sin embargo, sabía que seguía siendo mi Tom.

Lo que no habían cambiado eran sus ojos y ese brillo que tenía en su mirada cuando estaba muy feliz, como ahora.

Jayden se sentó a mi otro lado y apoyó su cabeza en mi hombro, para ser un adulto, seguía creyéndose un niño pequeño, y eso en parte era mi culpa, lo había consentido demasiado cuando se unió a la familia.

Y me alegraba que no lo hicieran, porque mi favorita era la que Tom estaba haciendo en esos momentos, acariciar mi mano y mis dedos con la suya.

Ya no lo hacía para disculparse, con el tiempo el significado de ese gesto había cambiado, ahora lo hacía cuando estaba a gusto con la situación.

—Familia de Hanna Mendeliev—Llamó de repente una enfermera—.

Tom hizo una mueca que pasó desapercibida para los demás, menos para mí, conocía muy bien ese gesto.

Aún le molestaba el hecho de que Hanna no llevara su apellido, no soportaba la idea de que ahora compartiera su amor con otro hombre.

Seguía siendo un celoso sin remedio.

Todos nos pusimos de pie y Benjamín palideció de inmediato, esperando malas noticias.

Nos acercamos a la enfermera y ella nos sonrió a todos, nos calmamos y sonreímos también, menos Benjamín, que seguía encerrado en el mundo de las tragedias.

Hanna era una chica muy optimista, divertida y hacia locuras cada cinco minutos sin medir riesgos.

Benjamín era todo lo contrario, y a veces Tom se preguntaba que cómo es que su pequeña se casó con alguien como él.

La hacía callar enseguida, porque nosotras éramos prácticamente iguales, con otras características, pero tan opuestas como Hanna y Ben.

Suponía que por eso también se ponía celoso a Tom.

Como todo.

—Es una niña muy saludable, pueden pasar a verlas en diez minutos, pero entren de poco a poco—Nos informó la enfermera—.

Entró otra vez a la sala de parto y todos nos quedamos más aliviados.

Los primeros en pasar a ver a Hanna y a mi nueva nieta, serían Tom y Benjamín, por razones obvias.

Yo me quedaría con Alice y Jayden esperando nuestro turno.

Tom entró feliz a la sala para al fin poder ver a "la razón de su existir", mientras que Benjamín lo hizo temeroso, pero decidido.

—Iré a la cafetería por unos caramelos, ¿queréis algo?—Inquirió Jayden poniéndose de pie—.

Alice y yo negamos con la cabeza y él se encogió de hombros.

—Bueno, regreso en unos minutos, cualquier cosa, me llamas al móvil, mamá—Me dijo antes de que yo asintiera—.

Bajó por el ascensor y nos dejó a solas.

Alice ya estaba mucho más relajada, pero seguía habiendo algo que la incomodaba.

—Alice—La llamé, aun así no me miró—¿Pasa algo?—Con solo una mirada bastó para saber lo que le sucedía—¿A qué le tienes miedo?—.

—A que mis padres se olviden de mí—.

Sí, tenía razón.

Sonreí como nunca, porque conocía demasiado bien ese sentimiento de sentirse invadida por alguien nuevo y que venía a cambiar todo tu mundo.

También esa inferioridad, ese pensamiento de no ser querida por los demás.

Todo eso me recordaba a algo.

—Alice, cuando adoptamos a tu tío Jayden, hubo ciertas diferencias, pero...—.

—Abuela, no es lo mismo, porque mamá tenía casi dos años y no recuerda nada—Su frente se arrugó con molestia—Yo tengo doce, y esa... niña... se robará todo el cariño de mis padres—.

Sé que debía decirle que no pensara eso de su hermanita, que la terminaría adorando, pero me limite a sonreír como antes.

—Alice, cariño—Hablé abrazándola y poniendo su cabeza sobre mi hombro—Tal vez, las circunstancias no son las mismas, pero si los problemas—Alargué mirando al techo, haciendo una sonrisa que ella no llegó a ver—Había un chico mucho mejor que una chica castaña, y ella estaba insegura porque creía que todos lo querían más a él...—.

Alice me miró y luego a mi cabello, después dirigió su mirada a la puerta que daba a la habitación donde descansaba su madre, y supe que había adivinado de quién se trataba esta historia.

Me lo preguntó con la mirada y yo asentí, así que ella no dijo nada más y se echó para atrás, acomodándose en la silla con las piernas cruzadas como un indio sobre la silla.

—Todo empezó cuando yo tenía ocho años, mamá se arreglaba para ir al teatro con mi padre, llevaba un vestido liso de seda rosa y un sombrero con plumas que yo utilizaba para disfrazarme de indio nativo cuando mis amigas venían a jugar a casa, entonces llegó la nueva niñera, y un chico de pelo castaño con los ojos llorosos estaba escondido detrás de la falda de su madre...—.

Marry me (+18)  {Tom Kaulitz}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora