capítulo tres

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10 años.
No eres de esta familia.

—Tienes que hacer los deberes y atender en clase—Me repitió de nuevo mi madre, haciéndome rodar los ojos y bufar con fastidio—No voy a tolerar que te comportes así—.

—Vale, sí—Traté de hacer que el regaño finalizase—.

—Y Simone también está muy disgustada por tus calificaciones—Continuó ella, sin importarle que yo ya quería que dejase de regañarme—.

En ese momento, con apenas diez años, ya era una negada para los estudios, mis padres y Simone podrían empujarme todo lo que quisieran para intentar darme ganas aprobar, pero no lo conseguirían.

Se estaban agarrando al hecho de que Lola era muy buena estudiante para compararme con ella.

Que me comparasen de forma constante con mi hermana mayor solo me hacía sentirme aún más inferior de lo que ya me sentía, y me hacía el efecto contrario al que querían.

Cuando por fin mi madre terminó su enorme sermón, volví a tumbarme en mi cama cómodamente, lanzando el peluche una y otra vez, haciéndolo caer sobre mí para luego volver a lanzarlo, buscando matar el aburrimiento.

Decidí bajar a la cocina a ver si Helena había cocinado algo hoy que pudiera llevarme a la boca, deseando luego del mal rato escuchando a mamá diciéndome una y otra vez las mismas cosas, tener una recompensa.

Bajando las escaleras, escuché la risa de Abril, sonando infantil e inocente, y demasiado alto.

Fruncí mi ceño al darme cuenta de que la causa no era otra que Tom.

Luego de que cambiasen a Tom de escuela y dejásemos de ir juntos nos volvimos aún más distantes.

Pero me molestaba el hecho de que no lo fuera con mis hermanas.

Les pasé por al lado, haciendo como si no hubiera mirado detenidamente por el rabillo del ojo cómo estaban jugando.

Ambos estaban en el suelo de la sala, sobre la alfombra, exactamente dónde Abril y yo jugábamos hace no muchos años, con los juguetes de mi hermana repartidos por la alfombra.

Llegué a la cocina, y no pude evitar una leve mueca con mi boca al no notar ningún olor dulce ni rico al llegar a la puerta, haciéndome saber que no había nada recién horneado como yo quería.

—¿Hay algo para comer?—Le pregunté a Helena, quién al escucharme hablar se giró dejando de hablar con Simone—.

—Tienes algunas galletas de ayer sobre la...—Comenzó la cocinera, pero Simone no la dejó continuar—.

—Ya has comido dulces esta mañana Alazne—Me contestó la niñera, haciéndome darla una expresión seria—.

Con ella nunca se podía hacer nada.

Si decía que no, era un <no> rotundo, siempre era así, no como Helena, a la que a veces podía llegar a persuadir si me lo proponía.

—Pero eso ha sido esta mañana—Traté de defenderme, pero Simone negó con su cabeza luego de mirar a la libreta que estaba mirando con Helena—.

—No puedes comer tanto dulce, es perjudicial para la salud—Continuó ella negándose, haciéndome sentir aún más enfadada—.

Mi madre me regañaba durante largos minutos, y de lo único que podía llegar a calmarme, que eran las perfectas galletas de Helena, me las negaba Simone.

Estaba harta.

Sin dar una única palabra más, di media vuelta, queriendo volver a encerrarme en mi habitación y buscar alguna otra distracción que me quitase el enfado.

Marry me (+18)  {Tom Kaulitz}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora