capítulo uno

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8 años.
La llegada de la familia Kaulitz.

Recuerdo perfectamente aquel día, el día en que el enemigo llegó a mi hogar.

Era una noche lluviosa, una de esas que tienen tormenta y hace bastante frío y lo único que te apetece es meterte en la cama bajo las sábanas acurrucado y tratar de dormir calentito.

Pues ese día estaba alterado por la llegada de la nueva criada, así que la perfecta opción de dormir plácidamente, estaba descartada.

La anterior mujer, una de la tercera edad que confundía mi nombre y nunca lo pronunciaba bien, diciendo algo parecido a "Alesha", murió de lo que me pareció escuchar un paro al corazón.

Mi hermana pequeña, la menor de las tres, fue convencida de que había ido "a un paraíso natural" en el que las personas iban luego de trabajar mucho.

Obviamente, mis padres no podían pretender decirle a una niña de apenas cinco años que la niñera había muerto, ya que con la inocencia y dulzura que ella aún mantenía, ni siquiera sabría el significado de muerte.

Recuerdo que Lola, mi hermana mayor, y la mayor de las tres, sí se puso triste. Cierto es que esa mujer la había ayudado varias veces con sus tareas de clase, y así Lola había conseguido ser de las mejores alumnas del curso.

Y en el otro caso, a Abril, la pequeña, bajo esa mentira del paraíso en la que la habían convencido, terminó por escribirle una carta de agradecimiento, con mamá jurando que se la mandaría al paraíso para que la recibiera.

Y, por último, el tercer caso, yo.

No era por ser dura ni sonar insensible, pero realmente su muerte no me fue relevante.

Esa señora siempre me regañaba por mi actitud rebelde, hablándome sobre que debería "comportarme como una señorita" tal y como Lola, más de una vez me tiró de las orejas a modo de regaño, y me privaba de comer los dulces que las cocineras hacían como castigo, además de mandarme a mi cuarto encerrada innumerables veces.

La verdad es que no la aguantaba.

Pero tampoco sabía si era mejor tener que estar soportando a otra niñera, la cual cabía la posibilidad de que fuera peor que la anterior.

Me bastaba con que no fuera como la vieja insoportable.

Mi madre nos colocó por alturas, haciéndome fruncir suavemente el ceño, aguantando una mueca de desagrado.

Esto era ridículo.

Nos habían puesto unos vestidos iguales a las tres hermanas, como si fuéramos clones, lo cual lo hacía aún peor.

Mi rostro de desagrado se suavizó levemente cuando el olor a tierra mojada y a lluvia llegó a mi nariz, pero enseguida volvió cuando mi madre, completamente histérica, casi gritaba a las sirvientas que las cerraran, ya que la humedad "pondría esponjoso su pelo".

En cuanto Sparks apareció, ladrando y moviendo su cola enérgicamente, una amplia sonrisa se extendió en mis labios, agachándome a acariciarle, rompiendo con el código que mamá nos había impuesto de mantener la compostura.

Mientras mi cachorro jadeaba contento por las caricias que le hacía en la cabeza, mis hermanas se mantenían rectas, sin mostrar ninguna emoción, a pesar de que mi madre había ido escaleras arriba a darse un último retoque y no podía vigilarnos para regañarnos.

El timbre de la casa sonó, haciendo a Sparks ladrar y abandonarme, corriendo hacia la puerta, como solía hacer.

Volviendo a ponerme en pie, froté mis manos para quitarme los rastros de los pelos de mi mascota, para luego volver a colocarme como mamá lo había hecho.

Marry me (+18)  {Tom Kaulitz}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora