capítulo diecinueve

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Cuidados.

No quería salir, era vergonzoso y ridículo, sin mencionar horroroso.

El vestido caía en suaves ondas blancas y terminaba con un bordado plateado que se veía precioso.

Era el vestido de novia que todo chica soñaría, menos yo, pero no porque no me gustase realmente, sino porque el solo pensar que me casaría en un mes más, me producía náuseas.

Hacía que la respiración se me cortara y que todo me diera vueltas.

Aún seguía un poco enferma, estuve en cama por una enfermedad respiratoria aunque no fue nada grave.

Eso solamente sirvió para que el viejo Tom volviera.

A veces me preguntaba que pasaba por su cabeza, un día estaba bien y al otro no. No me atrevía a preguntárselo, tal vez fuera demasiado obvio y yo no me diera cuenta y de ser así él nunca me perdonaría el habérselo preguntado.

Di una pequeña vuelta, admirando el vestido y junté valor. Tenía que salir del probador en algún momento de mi vida.

Abrí un poco la puerta y las vi allí, Marta, quien daría el veredicto final, Ana, Fátima, Luz, mi madre, Abril, Lola y Simone.

Todas juntas llenaban el espacio dado para esperar y ver el vestido.

Salí sin mirarlas, no quería ver sus expresiones, pero me tocó verlas de todas formas, ya que el lugar estaba rodeado de espejos.

—¡Alazne!—Mi madre fue la primera en gritar—¡No lo puedo creer! ¡mírate!—.

Se acercó a mí corriendo y antes de darme cuenta de lo que hacía, el flash de la cámara me cegó, sacó al menos veinte fotos.

Marta caminó alrededor de mí, examinando cada detalle del vestido mientras Fátima me hablaba sobre las combinaciones que podrían hacer con los vestidos de dama de honor.

No quería ofenderla ni bajar su ánimo, pero esas cosas me traían sin cuidado.

—Este es el indicado—Sentenció la organizadora, y todas estuvieron de acuerdo—.

Pidieron mi opinión, no las contradije y les di en el gusto.

Simone me ayudó a sacarme el vestido sin arrugarlo, y las demás fueron a ver los de dama de honor mientras mi madre pagaba.

—¿En serio te gusta el vestido, Alazne?—Me preguntó Simone cuando estuvimos solas—¿O solo dijiste que sí para no probarte otro?—.

Simone era muy perceptiva.

Reí bajo sin ser capaz de hablar, dándole a entender que tenía razón.

Esperé que lo tomara como una simple broma, pero enseguida negó con la cabeza y su mirada se ensombreció un poco.

—Alazne, yo te quiero tanto como a Tom y a Bill, eres como mi hija—Supe que no vendría nada bueno si comenzaba así—Pero no puedo soportar ver que tú no quieres a Tom tanto como lo hace él—.

Me quedé en silencio con sus palabras, nunca antes me lo había dicho tan directamente.

Siempre me decía lo mucho que Tom me quería, y que por favor intentara dejarlo que me conquistara.

Pero al parecer su paciencia, o tal vez su tolerancia, habían llegado a cero.

Y la comprendía, si mi hijo estuviera enamorado de una idiota como yo, también hablaría con ella.

—Lo siento, Simone—Tan solo fui capaz de decir, sintiéndome avergonzada—.

—No lo sientas, Alazne—Continuó con el vestido—Pero si las cosas siguen así y tú crees que nunca cambiarán, será mejor que detengas todo.—.

Marry me (+18)  {Tom Kaulitz}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora