capitulo 18: "Dejar el dolor atrás"

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Nicolás Gambino

Me cuesta creerlo, no puedo aceptar como en un momento puedes perder a alguien, sentí miedo y aún lo siento, no puedo ver más allá del temor, creí que mi padre había logrado eliminar aquel espantoso sentimiento, sin embargo falló como lo hizo en muchas cosas más. Estoy aquí en un cementerio frente a un ataúd el cual está siendo tapado con la tierra húmeda de este lugar, una lápida es clavada y todos se retiran, yo en cambio posé mi peso en una de mis rodillas y toque con el nombre tallado.

—Ojalá hayas pedido perdón por tu pecados Salazar.— murmuré y encendí un cigarrillo luego de levantarme y acomodar mi traje, llegué a mi automóvil y partí hacia mi mansión.— ¿cómo está? ¿Tienen noticias?

—reacciona bien a la medicación, agradezcamos que sigue viva..— La nana me dió una palmada en el hombro y asentí. Aún recuerdo lo rápido que pasó todo.

Una semana ha pasado ya.

Rosalía está viva, no se si por milagro o porque su fuerza no la dejó morir. Luego de que Gustavo fuera por ayuda, toqué su cuello y escuché su corazón latir, débilmente los latidos siguen presentes y me dió la esperanza y fuerza que necesitaba para tomarla en mis brazos, salir con ella, recibir la ayuda de sus hombres. Todos pensaron que había muerto, que en mis brazos cargaba el cadáver de su jefa pero no era así, no dudaron en manejar lo más veloz posible para llegar a la clínica, fue arrebatada de mis brazos y llevada al quirófano lo más rápido posible, en mi estado las enfermeras me llevaron a una habitación para ser atendido y curado, no me preocupaba por mis heridas solo quería que ella estuviera bien. Los médicos dijeron que la operación se había complicado al extraer la bala, pero a la vez agradecieron que no tocó su corazón, sin embargo había logrado rozar su pulmón derecho, perdió mucha sangre y debían ponerla en cuidados intensivos, allí permanecía hasta ahora, por otro lado el cuerpo de su padre fue llevado a la morgue, pagamos y todo quedó como un “suicidio” pedimos que el cuerpo permaneciera allí por unos días, no podía sepultarlo, debia estar al lado de la mujer que amo, cuando los doctores dijeron que habia esperanzas, que todo el peligro de muerte se fue, decidí hacer los trámites.

Fue una mierda de padre y persona, un asqueroso intento de narcotraficante pero seguía siendo el padre de Rosalía, de la mujer que amo, y a la cuál le debo mi vida. 

—Nicolás.. nos llaman de la clínica, al parecer a despertado.— Gustavo me dice con una leve sonrisa asomandose en sus labios, mis ojos se agrandan y no tardó en mover mi cuerpo hacia la puerta, logró ver a Valentina mirarme desde lejos, con ella todo sigue igual, aunque ha estado tan rara, como si estuviera en otro lugar, sale temprano y vuelve tarde, no es de mi incumbencia preguntarle, no soy nada de ella, solo vive aquí, me preocupa pero no se lo haré saber, eso podría empeorar algo y no lo deseo, mis pies se frenaron un momento para cruzar miradas pero luego la desvío y sigo caminando hacia el auto. Subo a mi automóvil y me apresuro en llegar, el doctor me recibe con su libreta entre sus dedos, una sonrisa se plasma en sus labios y me saluda, corresponde el saludo.

—Vengo de revisar sus heridas, no dejes que hable mucho Nicolas, creeme que estará muy adolorida por su herida.— asiento ensordecido, solo deseo verla, me despido del médico y me apresuro hacia su habitación.

Parezco un jodido adolescente que va a ver a la chica que le gusta por primera vez, mis manos sudan y siento mi respiración cortarse sin embargo ingresé a la habitación. Allí está, tubos conectados a su cuerpo, la máquina de las pulsaciones hace un leve sonido marcando sus latidos tranquilos , el suero gotea lentamente enviando el líquido por una manguera mucho más fina que sus dedos hasta sus venas, aún en esta situación ella se ve hermosa, su cabello esta descansando por sus hombros y baja por sus pechos, las ojeras son vistas fácilmente desde la lejanía, las pequeñas bolsas están perfectamente acomodadas bajo sus ojos claros los cuales me miran cuando ingreso completamente a la habitación, sonríe un poco, me acerco a ella y beso su frente, es como si todos mis miedos hubieran desaparecido en el instante que nuestras miradas pudieron cruzarse, me alegra haber enterrado a su padre y no a ella, no sé lo que haría si la volviera a perder, si me la hubieran arrebatado nuevamente de mi lado.

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